martes, noviembre 23, 2004

Algunos poemas...

Vacío


Como bostezo congelado,
así se abre este vacío
así se cierra esa palabra
así se muere aquel intento.
Como grieta escondida,
así se diseca este sueño
así se oprime la energía
y así se ahogan
los espejos de mi alma.

Bostezo, grieta,
borraste mi sonrisa,
y disipaste la rabia
que paraliza mi pluma.

Este vacío que me dejaste
sin castañuelas
ni amaneceres
se escapa del verbo
y mata, de un tajo,
mi ingenio.
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Raíces

El mundo me bañó de sombras
recorrí sus días
atropellé sus noches
creyéndome libre
y ahora,
tengo espacios
ya no recuerdos.

El mundo me bañó de sombras
arrullé sus días
modrí sus noches
creyéndome eterna
y ahora,
tengo encierros
ya no destellos.

Me quedé sin calles
desnuda de espejos,
soy, ahora,
caricatura calcomanía
aire sin brío
escama herida del silencio.

El mundo diluyó mi audacia
estoy ahora,
enterrada en una torre de sal
con la boca sedienta
y hambrientos hasta la muerte
serán mis sueños.

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Regalo de poeta

Nadaba desnuda en el brazo del mar
que dibuja la curva de tu boca;
jugaba contenta en la cueva oscura
que esconden tus ojos;
embriagada de vida
sin vino ni aire ni música;
tranquila y nerviosa,
era una niña sin vicios ni libros;
embebida en la estupenda presencia
de tu figura, tu estampa;
y me sentía rodeada de flores.

Creyéndome legendaria emperadora
sin los mitos de las Cleopatras
o las caprichosas,
me veía rebosando hermosura.

Renacía en mi vientre católico
de Virgen María en iglesias plegarias,
la bella pagana que nunca fue estatua:
Yank Kuei-Fei, la bella de China,
dueña de las metáforas;
y las capas las sedas
de aquella rebelde Aliénor d'Aquitaine
me cubrían en matices de reina.

Disfrazada de aromas,
volé‚ sin escalas ni tiempo
burlé la torpeza del día
las sombras de la noche
rompí los relojes,
con la suavidad de tus gestos
lienzos ellos y tú,
transparente figura,
borré millares de dudas ociosas
que me restaban vida
que me quitaban sueño.

Espejismo, sin duda,
regalo a la antigua
imperio de antaño
y yo lo viví
vestida de terciopelo
a tu lado.

Fui entonces vidriera
de torres de cielos
fui entonces mural
de mares cascadas
esculpí lo barroco la ética
escondí un par de valores
los espartanos
como el mejor ladrón de joyas

Fue un regalo de belleza
y de victoria.

Como por encantamiento,
los rumores las mentiras las pullas
del mundo allí abajo
desfilaron, con vergüenza,
detrás de nosotros:
los vencedores
los de esa pasión refinada
libre de decretos
y los de ese poema
de pocas palabras.

Creyéndome Diosa sin Olimpo ni látigo,
aniquilé las sentencias morales
de los cuerdos de los sensatos
sin alegar derechos ni firmar convenios
sin susto ni llanto
juré cuidarte
preparar tu alimento
limpiar tus zapatos
hacerte el amor en silencio
parir nuestros hijos
ser líder y mujer sin dogmas
paseante nocturna
te regalé mi vientre
me volví locuaz narradora
de leyendas de odiseas
sin discurso política retórica:
fueron gloriosos momentos
de prosaica mujer
de gitana esposa amante
sin reveses.

Anclada en océanos
sin mayores deleites
sin olas lluvias tormentas
anclada en ese mundo de nadie
que no exige promesas
que nace sin tiempo
en una y mil noches
sin hadas madrinas;
que no tiene puertas
que no compra ni vende
que es solamente
un pequeño regalo
con algo de vida.
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Soy araña y no tengo techo

Tenía memoria
Lo presentía:
había regresado
a su ruta de bulla
sedosa
vacía de colmenas
de dientes repleta
salpicando recuerdos.

Lo adivinaba:
no tendría techo
y con la misma audacia
aterrizaría de pique
respirando a trasluz
dejando su huella
en las ventanas.

Araña de una sola mirada
abarcaba sofisticada
los abrazos de su familia de desconocidos
en el mismo destino
esperándola
en el único aeropuerto
que recordaba;
ignoraa la superficie mojada
y olvidaba las estaciones

Así llegaba:
con sólo un enorme ojo
que había cerrado
por algún tiempo.

Escuchaba, se reía
de los comentarios:
era mujer de grandes mundos, decían
y estaba un tanto despistada:
había perdido sus llaves
algunos documentos y casi todos los valores
pero había llegado.

Todo estaba igual, la querían
su regreso, ella resolvería
era viajera, decían.

Nadie sabía
que era araña
disfrazada de aventurera
triste sin tela ni nido
que era araña
y que quería tejer
la ruta de los suyos.

Aquí se detiene
suspira respira observa
el paisaje de pocos techos:
sin edificios tentáculos
pobre de luces y corto de calles.

Aquí no hay túneles ni taxis color amarillo
y se siente acogida
por esa ciudad
que le sirvió de ceja
como la curva
de una hoja caída.

Hablo porque soy ella
esa araña solitaria
esa mujer que regresa
soy yo la que repite
la misma árida torpeza
la intrépida aventura
del que no tiene techo
y busca tulipanes
como si el corazón
no tuviera sonidos
como si el pulso
no hubiera sentido
el susurro del trópico
vigilante compañero
hermano distante.

Araña mujer pasajera
soy pájaro encerrado
soy figura solitaria
vagabunda
de movimientos mecánicos
de laberintos
de espejos
de dibujos y sueños
absurdos inevitables
y no olvido
que tengo raza
y no olvido
que de un tremendo arañazo
borré todos mis apellidos.

Adriana Navarro, un pájaro entre montañas

A Valeria Zambrano, la niña protagonista de La otra mitad es corazón (Ediciones Dipon, Gato Azul, Colombia, 2004), la primera y única novela de Adriana Navarro González (1958-2002), el ballet le abrió la posibilidad “de un viaje circular por los rincones del tiempo”.
A la autora, que dejó el ballet para estudiar filosofía y convertirse en especialista de Heidegger en México, la muerte puso temprano fin a su preocupación por alcanzar la excelencia literaria.
Al igual que Valeria, su primera pasión fue el ballet. La danza educó su cuerpo y su intelecto. Pero Adriana optó por trasladar esa disciplina a la literatura.
Como escribió en un poema para Francisco Godoy, lo hizo quizá porque “Escribir tiene que ver con sillas y ruedas,/ brazos y piernas./ Tiene que ver con volar y con quedarse quieto en tierra.”
Así, en su exquisita novela, Adriana vuela plácida y quieta para relatar la historia de Valeria como si fuera la suya, sin serlo; como si la vida fuera cuento o al revés.
En La otra mitad del corazón, la pequeña Valeria reflexiona: “la muerte de la jicotea y la muerte de Giselle y la del cisne y la de Romeo y Julieta son guiños de artificio. La muerte no hace visajes, no mueve una ceja; es un silencio, un hasta aquí, un retírense. Sólo ella permanece hincada junto al muerto.”
Premonitorios pensamientos de la autora, quizá.
Porque para Adriana, madre de dos niños que consagró los últimos cinco años de su vida a escribir su novela —“con pasión, sin desfallecer y sin perdonarse nada”, en palabras de Elena Poniatowska, de quien fue asistente y traductora al inglés—, la muerte fue como un pájaro de mal agüero que desplegó sus alas y se posó, para siempre, en su corazón.
Los que la conocieron, dicen que Adriana dejó “un mensaje que tiene alma y olor, que nos toca sutilmente y murmura a nuestro oído...”. Ese mensaje es, sin duda, La otra mitad es corazón, un relato sencillo, sin estruendos; escrito con una prosa delicada, de filigrana, con “hallazgos, frases y expresiones que nos hacen sonreír”, como escribió Elena Poniatowska.
Hace dos años, a los 44 años, en la plenitud de su vida y con una salud a prueba de (casi) todo, Adriana murió de un infarto fulminante. Pero, como los clásicos, ella vivirá para siempre en su novela, que está disponible en todas las librerías de México, y vale la pena leerla

miércoles, noviembre 17, 2004

Alma de niña y pluma de ángel

Hija de un bombero y una maestra ingleses, era una niña tímida que nunca se atrevió a preguntarle a su maestra cómo se llamaba. Siempre estaba distraída, soñando con viajes a otros mundos, con ser otra. No porque fuera infeliz, sino por el simple placer que le producía hacerlo.
Estudió para ser maestra pero terminó trabajando para una editorial, lo que la condujo a su verdadera vocación: la literatura.
Desde 1988, Geraldine McCaughrean (Middlesex, Inglaterra, 1951) escribe a tiempo completo, especialmente libros para niños.
Su lema es: “No escriba sobre lo que usted ya sabe; escriba sobre lo que usted quisiera saber”.
Eso es casualmente lo que Geraldine ha logrado con sus más de 100 libros para niños y adultos traducidos a 25 idiomas, incluyendo los best-sellers infantiles Storyteller y Little Storyteller.
De sus ocho novelas publicadas por Oxford University Press, siete le han merecido importantes premios literarios, como el Whitbread Children’s Award en 1987 y 1994, la Medalla Carnegie y el Guardian Children´s Fiction Award.
Desafortunadamente para nuestros niños (y para algunos de nuestros adultos), poco se conoce su obra en nuestro mundo editorial.
Su más reciente novela traducida al español, El Domador de Vientos (FCE), es un verdadero viaje —en un papalote—.
¿Puede imaginarse montado en ese papalote? Pues eso es casualmente lo que hace el protagonista de El Domador de Vientos, Haoyou, en esta historia ubicada en China del Siglo XIII. Para salvar a su madre, Haoyou se convierte en un jinete de papalotes y emprende un viaje que lo conduce al corazón de la corte imperial del Gran Kan. Y es un trayecto fantástico, que vale la pena compartir.

sábado, noviembre 06, 2004

Madame Bovary, profeta de la depresión

Hace unos días, Mario Vargas Llosa dijo que Los Miserables de Víctor Hugo es la última novela clásica y que Madame Bovary de Gustave Flaubert (1821-1880) es la primera moderna.
Una simple pero contundente afirmación, a la que me atrevo añadir que la obra del francés, escrita sin las interrupciones narrativas antojadizas de Los Miserables, es también un opus mágnum de la literatura universal. Así de simple.
Además, es la primera novela escrita por un hombre sobre una mujer que logra meterse en la piel de su protagonista al punto que, como el mismo Flaubert decía, “Madame Bovary, c’est moi” (Madame Bovary, soy yo).
A siglos de distancia, la historia de Emma Bovary se antoja profética de un mal tan clásico como moderno —la depresión— que afecta a millones de mujeres del siglo XXI y es la principal causa de suicidio a escala internacional. En México, se pierden a diario 9.6 vidas por esta patología.
De allí que se haya acuñado el llamado Síndrome Bovary, vinculado a la insatisfacción afectiva que lleva a la búsqueda de un amor romántico ideal, aunado a un intenso sufrimiento existencial de frustración y resentimiento por la falta de reconocimiento social.
Sin duda, la buena literatura tiene dotes proféticos o cuando menos precursores. Me pregunto, ¿cuál sería hoy el concepto del amor femenino sin el sacrificio de Madame Bovary? ¿Qué de la igualdad de los géneros si George Sand no se hubiese paseado en pantalones un invierno en Mallorca? ¿ Y de las reivindicaciones feministas si Nora, la heroína de Ibsen en A Doll’s House (Casa de Muñecas) no hubiese roto con la tediosa vida familiar, abandonado casa, marido, hijos y una cómoda vida burguesa?
Lo que ya no podemos negar es que Emma Bovary fue la primera mujer deprimida que conocimos por medio de la prosa realista y romántica, moderna y clásica, de Gustave Flaubert.
Tampoco podemos negar que hoy en día, en México, una de cada tres mujeres sufren de ese mal que Emma encarna para siempre en la literatura.
Por todo ello, recomiendo la lectura de la octava reimpresión de Madame Bovary publicada por Alianza Editorial (El libro de bolsillo), con prólogo de Vargas Llosa y traducción de Consuelo Berges.