miércoles, julio 24, 2019

El perfil internacional de Notimex

https://elpais.com/internacional/2019/07/22/mexico/1563830997_071172.html?id_externo_rsoc=FB_CC&fbclid=IwAR1FF5-Tg017GwISc4d_cxK2fR8aOOcMCcMJNzqhRz6q1n36CHljch8DWUE


Una agencia estatal sin personal en el extranjero ignora la importancia que tiene prestar un servicio global con visión propia


Las agencias de noticias del siglo XXI que han sobrevivido el maremoto informativo provocado por la inmediatez de las redes sociales, han encontrado una fórmula global para navegar en el caótico mundo de la web, comprometidas con un periodismo de presencia internacional riguroso y ético que tenga éxito.
Las marcas de Reuters, Afp, AP y EFE, por ejemplo, que ofrecen noticias en diversos for y plataformas, sin darle prioridad a lo nacional sobre lo internacional, posiblemente les haya dado el empuje necesario para destacar en un medio digital donde abunda la desinformación y las ahora famosas fake news.
No ha sido el caso de Notimex, la agencia de noticias del Estado mexicano, que tuvo su época de oro a fines de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado, cuando ofrecía una mirada propia de los acontecimientos a nivel mundial, con corresponsales en el extranjero quienes los primeros años carecían de contrato y luego lograron uno por honorarios.
Los despachos de los corresponsales de Notimex competían con los de las agencias internacionales con un ángulo propio, que ganó clientes entre otras cosas porque era la época del glamour revolucionario y sus notas se vertían como agua para chocolate, aunque sus servicios nunca fueron un éxito comercial.
En aquellos años, para posicionarse en el mercado, agencias como la venezolana VenPress -ya desaparecida- y Notimex en América Latina ofrecían sus paquetes noticiosos en términos generosos. En una ocasión, a mediados de los noventa, Notimex intentó "renegociar" el pago de una deuda importante con el comandante Tomás Borge Martínez, director del diario Barricada, órgano oficial del entonces Gobierno del Frente Sandinista en Nicaragua. El resultado fue un fracaso.
Al margen de esa y otras anécdotas que apuntaban al final de una época, ese brillo único de Notimex se diluyó a principios de este siglo, cuando la agencia, que era entonces un organismo descentralizado del Gobierno, perdió de manera paulatina sus mejores recursos periodísticos.
La decadencia de la agencia mexicana de hecho inició poco después del Gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), quien articuló sus esfuerzos hacia la comunicación y tuvo la astucia de contratar a excelentes periodistas como directores y corresponsales para incorporar Notimex a una política exterior de mayor presencia internacional, acorde con la apertura comercial de la época.
Los Gobiernos posteriores del Partido Acción Nacional (Vicente Fox y Felipe Calderón) terminaron de clausurar ese ciclo de Notimex. No sabían qué hacer con la agencia. No tuvieron una política de comunicación social inteligente, a pesar del esfuerzo de funcionarios gubernamentales y directivos de la empresa de impulsar un verdadero ente público con perfil profesional.
Los corresponsales internacionales, que nutrían a la agencia desde sus diferentes plazas, nunca estuvieron en la plantilla de Notimex como asalariados. Recibían honorarios como prestadores de servicios y algunos beneficios, como un boleto anual a México, pago de vacaciones, apoyo para seguro médico, impuestos y visa de trabajo así como una adenda en el contrato que reconocía su antigüedad.
Fue hasta la muerte por enfermedad del veterano corresponsal Ramón Rodríguez Reyna en Estados Unidos, el 25 de Julio de 2009, que la irregularidad de la contratación de los trabajadores de Notimex en el extranjero quedó en evidencia.
Todos los compañeros de Ramón -quien trabajó de manera ininterrumpida durante 18 años para Notimex en McAllen, Washington y Miami- se preocuparon por primera vez por su status legal en la agencia. ¿Qué les pasaría a ellos si sufrieran la suerte de su colega?
Cuando la administradora de Notimex se negó a asumir el costo de los servicios funerarios de Ramón -alegando que Hacienda no los reconocía como asalariados- los corresponsales optaron por hacer una colecta entre ellos para pagarle a la agencia los 2.407,75 dólares que había gastado en esas gestiones. El consulado de México en Miami también contribuyó con 600 dólares para arreglos florales.
Pero las cosas no mejoraron para los corresponsales internacionales de Notimex. Hace siete años, las prestaciones y los beneficios desaparecieron de los acuerdos que se vieron obligados a firmar. Era eso o quedarse sin chamba.
Hoy, parece claro que no existe voluntad política para que Notimex recupere su perfil internacional. Sí para limpiarla de la mafia sindical que la dominó durante décadas, pero también para contraer aún más sus recursos periodísticos que la reducirán a su mínima expresión con escaso, si no nulo, valor en el mercado.
Su nueva directora, Sanjuana Martínez, una periodista que un sector del gremio reconoce y otro rechaza, insiste que está comprometida con la creación de "una nueva Notimex". Pero, dice, "la austeridad republicana" del presidente Andrés Manuel López Obrador le impide recontratar a los corresponsales internacionales que quedaron en el abandono a principios de año -cuando el anterior director rehusó renovarles el contrato- y la ha obligado a despedir a casi 100 empleados.
Habría que ver si los despidos responden a una batida contra la corrupción o son resultado de la austeridad. Y ojo: una agencia estatal sin personal en el extranjero ignora la importancia que tiene prestar un servicio global con visión propia. Ese plus comercial tan importante del que hacen gala EFE y Afp que han sabido adecuarse al mundo digital.
Suerte Notimex. La necesitas a gritos.
María Lourdes Pallais, periodista y escritora, fue directora del Área Internacional de Notimex. Su cuenta en Twitter es @mlpallais

lunes, marzo 11, 2019

Alan Riding entona el ‘mea culpa’


El periodista narra en 'Traidor(es)' cómo la revolución sandinista, que él apoyó, se convirtió "en una tiranía con la violencia y el cinismo que ello implica"


Corrían los primeros meses de 1979 y el ambiente en Nicaragua era de guerra. El dictador Anastasio Somoza Debayle llamó al corresponsal del The New York Times, Alan Riding, el "décimo comandante" (nueve eran los líderes de la guerrilla sandinista), en alusión a su trabajo periodístico y dada su aparente simpatía por aquellos rebeldes que, por años, sedujeron al mundo entero en su lucha por derrocar a una dinastía de casi medio siglo.

Hoy, el periodista se confiesa "profundamente decepcionado" por el desenlace de una revolución que él creyó democrática y que cubrió con la pasión de pocos, de 1971 a 1983. Se ubicó como enemigo de Somoza, entonces fiel aliado de Estados Unidos quien, en sus memorias Nicaragua traicionada (1980) asegura que Riding le confesó ser "socialista", cosa que el escritor de origen británico niega.
https://elpais.com/cultura/2019/03/11/actualidad/1552300087_680840.html
Es indudable que aquellos años dejaron una huella indeleble en el narrador, ahora residente en París. Escribir sus memorias le parece una tontería que "a nadie le interesa". Como su sueño siempre fue ser dramaturgo (lleva ocho obras escritas), optó por producir Traidor(es), que "podría haber sucedido hace unos años en Cuba o Irán; podría suceder hoy en Venezuela, Nicaragua, Kazajistán o Corea del Norte", según reza la sinopsis.
La obra "tiene su semilla en lo que pasó entonces y pasa ahora en Nicaragua, una cierta mea culpa" y examina "cómo una revolución poética se convierte en una tiranía con la violencia y el cinismo que ello implica", explica el autor del paradigmático libro Vecinos Distantes sobre la relación entre Estados Unidos y México, donde vivió 13 años.
Traidor(es) sucede durante 80 minutos sin intervalo, en una celda donde un prominente líder de un gobierno revolucionario está en reclusión solitaria, culpable de haberse reunido con veteranos desencantados como él. Lo visita su esposa, un interrogador y el presidente. Niega haber iniciado un complot, con el argumento de que su único objetivo es enderezar el giro de la revolución hacia sus promesas de libertad y democracia.
Riding opta por no ubicar la pieza en Nicaragua, en parte, dice, porque tiene elementos inspirados en El Salvador y Cuba, pero también porque "el fenómeno de las revoluciones que se autodestruyen es tristemente global, desde la primavera árabe a varios procesos en Europa del este, Turquía o Argelia".
En la charla, brotan anécdotas y recuerdos de aquella época donde el Frente Sandinista de Liberación Nacional empezaba a construir un proyecto que alentaba las esperanzas de los nicaragüenses, el cual, cuatro décadas después, se desvaneció para abrir paso a una creciente oposición social.
Recuerdos como cuando sirvió de vínculo entre el entonces secretario de Gobernación de México, Jesús Reyes Heroles, y un líder sandinista. Su intervención en aquella ocasión, piensa, fue crucial para que los sandinistas iniciaran lo que se transformó en el apoyo generoso de ese gobierno a favor de aquella lucha antisomocista.

“Tumbar a Somoza”

A Riding le brillan los ojos incluso a través de la vídeollamada, al relatar una plática privada con un amigo mexicano, a finales de febrero de 1977, cuando le cuenta que ha decidido regresar a Nicaragua para "tumbar a Somoza". Es la primera vez, confiesa, que comparte esta "broma entre amigos" que podría sonar fantasiosa, quizás un sueño demasiado íntimo.
Riding viaja entonces a Nicaragua desde México para cubrir las masacres denunciadas por monjes capuchinos en el norte del país. El 2 de marzo de 1977 publica un artículo sobre el tema en primera plana del The New York Times. El texto fue, quizás, el primer cañonazo de ese diario contra Somoza.
Jimmy Carter llevaba apenas unas semanas como presidente de Estados Unidos. Ese mismo día, el embajador de ese país en Nicaragua, Mauricio Solaun, le comunica al dictador nicaragüense el enojo de su Gobierno. Somoza niega las acusaciones y más tarde, en sus memorias, se dice traicionado por Estados Unidos.

Una foto a traición

Otros detalles Riding los cuenta con sorna. Un 17 de noviembre de 1978, luego de una conferencia de prensa en Managua, convocada por el congresista demócrata estadounidense John Murphy para denunciar que la Venezuela de Carlos Andrés Pérez era la proveedora de armas para los sandinistas, Novedades, el periódico oficialista que le llamaba "el periodista guerrillero", publica una foto suya en portada con un arma de grueso calibre.
"Al lado de Murphy (gran amigo de Somoza) había una mesa con armas de fuego. Murphy me llama para indicarme las marcas que, según él, probaban que venían de Venezuela. Me pasa un rifle semiautomático, probablemente un AR-15. Lo agarro y en ese momento un fotógrafo me llama, levanto la cabeza y '¡zas!' me saca una foto”, relata Riding.
No es misterio que Somoza no quería al reportero. Sus artículos alertaron a Carter sobre las violaciones a los derechos humanos y demás arbitrariedades del dictador, quien por años había sido "un hijo de perra, pero nuestro hijo de perra", frase autoría de Franklin Delano Roosevelt.
Como en la obra de Riding, que se presenta este mes en Francia y en un futuro podría llegar a Buenos Aires y a Ciudad de México, en Nicaragua hay "traidores" para unos y para otros. Daniel Ortega, guerrillero convertido en tirano, acusa a sus antiguos compañeros. Ellos a él y una mayoría de millennials, a casi todos los que participaron en la revolución sandinista. La obra de Riding sintetiza este trágico duelo sin aparente ganador por ahora, pero con Nicaragua como país perdedor indiscutiblehttps://elpais.com/cultura/2019/03/11/actualidad/1552300087_680840.html