domingo, mayo 01, 2005

Decisión, Poema



Con la vulva encendida
disfrazada de silencio
escondida en el vacío
dije hasta aquí!
se acabó
y la matê

Mêxico 22 de febrero 2005

La loca de remate




No quiero que nadie lo sepa. Así que, por favor, no se lo cuenten a nadie. Que sea nuestro secreto, porque, a fin de cuentas, a nadie le importa. Tampoco es nada del otro mundo. No esperen sorpresas. Sospecho que nos pasa a muchos, y que pocos lo admitimos. Pero, como otros, prefiero que no se divulgue.

Ahí les va, mi gran secreto:

Sucede que tengo una gran facilidad para, por ejemplo, inventar diálogos imaginarios justo cuando llega el de la licorería a mi departamento con un pedido.

Sucede que, las pocas veces que hablo por teléfono, no me puedo aguantar e invariablemente interrumpo la plática para decir: “permíteme un momento” y fingir que hablo con alguien a mi lado que me necesita: “espérame un segundo; ya voy, estoy en el teléfono”.

Sucede que, durante años, he sostenido largas conversaciones con interlocutores que nunca existieron, mientras pagaba al del OXO o el chavo de la farmacia. He llegado incluso a preguntarle a nadie en mi recámara, para que me escuchara el que me traía el suchi "¿tienes cambio de 200 pesos?”

Es que no quiero que sepan que estoy loca de remate. ¡Faltaría más!

A veces me pregunto si fingo bien, si me creen. Prefiero pensar que sí; que sí suponen que estoy hablando con nadie. Porque sueno bien cuerda, y hasta lo parezco. En serio. Y así lo prefiero, no que sepan que estoy bien loca. Si lo supieran, dejarían de venir, y eso, sería mi ruina.

Prefiero que nadie lo sepa, con contadas excepciones, por supuesto. Pocos, ni con tres dedos llego a contarlos, esos que me quieren sin condiciones, sea o no loca, no me importa que lo sepan. Es más, ya lo saben y les importa un bledo.

Pero me niego que lo sepan los del OXO, los de la farmacia, los de la licorería y menos los que murmuran a mis espaldas: “¿cómo se le ocurre ponerse calcetas con zandalias? Está chiflada”.

Ni los que, en tono de chisme, comentan: “es una loca, dejó al mejor marido que tuvo, que la adoraba, que ahora es famoso y tiene mucho dinero”. Ni mis jefes, que me miran como bicho raro; o peor, como una perdedora, porque, después de recorrer el mundo y tener a mi alcance óptimas oportunidades profesionales, excelentes parejas, un lugar “digno" en la sociedad, mucho dinero y un par de hijos, ahora no tengo nada, y para ellos, soy nadie.

Por eso no quiero que ellos sepan que sí soy alguien: una loca de remate.¡Faltaría más!

(Autor: María Lourdes Pallais Copyright © 2004 - Todos los derechos reservados.)