lunes, octubre 26, 2020

El Quijote del Cine en México: Paul Leduc



El Quijote del Cine en México: Paul Leduc (Ciudad de México, 1942) 

 

Paul siempre caminó con los pies en la tierra, pero en la cabeza cargaba molinos de viento, al estilo de Don Quijote —a quien de hecho se le parecía un tanto—, como un ser desenfadado cuyo único interés en el mundo era la compleja trama en la que estaba trabajando. Hombre tierno y hosco a la vez, Paul fue un exitoso cineasta independiente en tiempos cuando ver una película en estreno en México costaba cuatro pesos y la gente disfrutaba ir al cine. Sus películas no buscaban ser comerciales y las realizaba con presupuestos magros. Sus actores no eran siempre profesionales. Evitaba divos y divas, aunque se topó con muchos,

Paul Leduc falleció el miércoles 20 de octubre del 2020 en su casa de la capital mexicana al lado de sus dos hijos que amaba, sin dolor y rodeado de amor. Fue un fumador que terminó con enfisema que se le complicó, como le pasó a su gran amigo Adolfo Sánchez Rabolledo (Fito). Su salud nunca fue una prioridad.  Sí la de los demás. Su fuerte era su humanidad, quijotesca, de esas que nunca mueren porque dejan un sueño deslumbrante que nos toca a todos; una huella indeleble en su trabajo, en su vida, en quienes amó y en quienes lo amaron.

En Reed, México Insurgente (1973), Frida, Naturaleza Viva (1984), ¿Cómo ves? (1986) y Barroco (1989) dejó su sello inimitable y su mirada crítica y ácida. La actriz Ofelia Medina, quien interpretó magistralmente a Frida en aquella película, contó que su único conflicto con su director fue que trató de quitarle diálogos a su personaje. Pero Ofelia ganó. Paul era generoso con el talento. También dirigió y escribió el guion de Etnocidio, El Mezquital (1977), cuyos protagonistas fueron los habitantes del Valle del Mezquital, en el Estado de Hidalgo. La cinta muestra la penetración cultural que los puso en un peligro inminente e incluso estuvo a punto de exterminarlos. Es la historia no sólo de ese pueblo en México, sino de las minorías en todo el continente, quienes día a día buscan conservar su identidad, diversidad y raíces.

A principios de los años noventa, cuando el cine mexicano ya era apenas una sombra de nostalgia, Paul se prometió dejar esa industria. Ya no era lo suyo. El cine mexicano, el que existía entonces y que existe hasta ahora, se comercializó. Antes defendía revolución. Ahora, vendía tacos, margaritas y mariachis. El culto a Frida Kahlo se convirtió en un producto mas y eso, Paul detestaba. Que él haya sido el creador de ese producto, le jodía mucho, lo cual no quiere decir que cuando miraba un cuadro de Frida se estremeciera hasta lo mas profundo. Lo que rechazaba era la idolatría a la "Fridomanía" que al final del día era otro truco comercial. Cuando lo llamaban para pedirle que apareciera en algún lugar del mundo para hablar como “experto” de Frida, rechazaba la invitación de manera tajante. Siempre detestó ser protagonista. Aunque recibió varios premios, evitaba los homenajes, easpecialmente si él era el homenajeado. Donde mejor se sentía era detrás de una cámara.

Se dispuso entonces a hacer animaciones en corto destinadas a un público infantil, para acercar a los niños al placer de la música, tanto la popular como la llamada “de concierto”. En esa etapa nacieron Bartolo y su flauta o La invención de la música, y Los animales, interpretados por Cecilia Toussaint, Jaime López y el fallecido Oscar Chávez. Estas animaciones están ahora disponibles de manera gratuita en https://archiblog19.blogspot.com[MP1] 

A mediados de los años noventa, en un festival de Huelva en su honor, su colega, ahora fallecido, Gabriel Retes, le hizo una apuesta. “Paul, a ver, ¿vas a hacer otra película o no?”, fue el reto. Si la hacía, Retes le pagaba a Leduc algunos dólares. Si no, al revés. Leduc no lo tomó en serio -pocas cosas tomaba en serio- y con la medio sonrisa que lo caracterizaba, simplemente brindó con su colega. Para él, en ese entonces, el cine era cosa del pasado.

¿O no tanto? Alguna razón tendría Retes para retarlo. Porque Leduc sí regresó al cine. Por última vez pero con dardos renovados, como un rey joven del boxeo fílmico, tuvo su última pelea, El Cobrador, In God We Trust (2006), posiblemente la mas impactante de sus obras en términos fílmicos. Ahí hay de todo. Es una película dura, cruel, con diálogos, música, militancia y sexo, todo visualmente atractivo que inicia con un minero brasileño quien de pronto asesina al dentista que lo está tratando. La trama está inspirada en un cuento del brasileño Rubém Fonseca. Nunca se supo si se cumplió el reto de Huelva con Retes o no. Pero la última película de Leduc fue posiblemente la mas fuerte para la clase media que tuvo la suerte de verla porque estuvo en cartelera apenas unos días. Una cinéfila italiana que no conocía la obra de Leduc, ni había visto Frida , salió impactada de Cobrador. Para ella, el fime “estaba a la altura de Stanley Kubrick y Orson Wells". No sé si a Leduc le hubiese gustado ese elogio. Quizás el de Wells. No sé si el de Kubrick.

En todo caso, Paul nunca quiso parecerse a nadie ni hacer películas que no hicieran otra cosa que despertar las conciencias de los espectadores. Y al menos en el caso de esta aficionada al cine, lo logró.

En 2013, recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Tratando de sonreír (cosa que hacía poco y solo con quienes se sentía cómodo, que no eran muchos), Paul Leduc recibió de manos del entonces presidente Enrique Peña Nieto la beca de por vida del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca). Quienes lo vimos no le creímos que su sonrisa era sincera. "Estaba sonriéndole a mi hija Valentina", dijo. Eso sonaba mas como Leduc. De hecho, ir al homenaje con Peña Nieto fue una rara y única excepción. El estímulo económico era suyo estando ahí o no. Se lo merecía y ya.

Tres años después, recibió el Ariel de Oro a su trayectoria. Muchos pensaron que no lo aceptaría. Pero no solo lo hizo, sino que aprovechó la tribuna para lanzar la mejor (o peor) crítica sobre la realidad del cine mexicano de hoy: “Con lo que el Gobierno federal gastó en publicidad en 2015, IMCINE hubiera podido apoyar 401 largometrajes, aportando la cantidad máxima que tiene autorizada. Algo que podría pensarse es que, si el cine nacional logró un centenar de premios internacionales, la marca México, como simple anuncio, resulta así muy económicamente promovida por el mundo… aunque las películas aquí no se vean…”.

El Canal 11 entonces transmitía esa ceremonia. Aunque la televisora dijo que se había tratado de un problema de “horarios”, cortaron la transmisión televisiva de su discurso y, para que no quedara huella, tras la mutilación, plasmaron en las pantallas el Himno Nacional. Hoy hay escasos “peliculeros” mexicanos como Leduc. Sin reveses. Provocador. Desafiante. Coherente. Siempre crítico. Y quizás lo más importante, un renovador del cine mexicano de la época de la revolución con una mirada fresca, pero sin tapujos. Tuvo una obsesión como cineasta que se llevó a la tumba: Hacer una película inspirada en la novela “Bajo el volcán” de Malcolm Lowry. También realizó un documental sobre la guerra en El Salvador en los años ochenta que logró filmar de manera clandestina y poco se difundió. Por problemas de presupuesto, tampoco puedo realizar un filme sobre la gesta de Sandino en Nicaragua,

Paul Leduc siempre fue un rebelde que buscaba, con su mirada de cineasta lúcido y progresista, reflejar las injusticias que encontraba a su paso. Como su amigo Fito, Paul pensaba que "Somos lo que hicimos y pensamos, incluyendo los sueños de otros tiempos y el derecho a cambiar sin traicionarnos". Su militancia era primordial en su vida. En su vida personal, siempre fue contradictorio---amoroso y distante, pero en ambos casos fue un hombre de pocas palabras. La música acompañó siempre su silencio, salvo cuando se trataba de la fiesta taurina.

Conocía la Plaza de toros Monumental de México al dedillo. Sabía los detalles del enfrentamiento entre el toro y el torero, y los disfrutaba casi tanto como un partido de fútbol con su hijo Juan cuando era todavía un niño. Pero, un buen día abandonó la fiesta de los toros -como le pasó con el cine y quizás por razones similares. “¿Existen las corridas de toros en México todavía?”, preguntó una vez con tono sarcástico.

Además de estampar el rostro de un México que todavía existe pero que ya nadie ve en la pantalla grande, Paul era también un excelente cocinero. Preparaba platillos de todo tipo con esmero para sus amigos y sus dos hijos, la documentalista Valentina, hija de la productora Bertha Navarro, y Juan, fotógrafo, hijo de la también cineasta Luisa Riley. Estudió arquitectura como Carlos Leduc, su padre, medio hermano del célebre escritor Renato Leduc, en la Universidad Nacional Autónoma de México, pero cuando se ganó una beca se fue a Francia a estudiar cine en París.

Tanto Sonia Rosenzweig su madre, como Carlos, su padre, eran comunistas en serio. Como "endenantes", cuando el comunismo para los de aquella generación era la única salvación de la humanidad. Ella era rígida, dura, pero tierna en la intimidad, cualidades que su hijo heredó. Carlos, "El Flaco Leduc", era un dulce arquitecto con sensibilidad social cuya obra se destacó por construir escuelas rurales donde los estudiantes se sintieran a gusto, en un ambiente sano. La herencia de ambos no pasó inadvertida en el niño que crearon.

Paul Leduc ha dejado en México, y en América Latina, una huella imborrable en la pantalla grande, filmando “milagritos de justicia”, como dijo Ofelia Medina la noche de la entrega del Ariel de Oro. Ojalá alguien inteligente y sensible se anime a revivir el trabajo de este Quijote mexicano. Lo necesitamos todos.