lunes, noviembre 09, 2020

Vecinos distantes



Para México, ser el “vecino distante” de Estados Unidos ha sido una maldición. Compartir más de 3.000 kilómetros de frontera con el país más poderoso del mundo es un desafío brutal. La difícil vecindad la dejó clara hace 35 años Alan Riding, un periodista británico nacido en Brasil y radicado en México durante 13 años como corresponsal de The Financial TimesThe Economist y The New York Times, quien estampó ese título en su libro que se convirtió en un bestseller (superventas). Desde entonces, la expresión “vecinos distantes” ha quedado sellada en la mente de los mexicanos.

El libro de Riding describe el conflicto entre el alma mexicana y el expansionismo estadounidense, países cuyas historias han sido marcadas por una profunda incomprensión mutua. El texto se inspiró en la opaca relación bilateral, una suerte de “matrimonio” obligado por la cercanía geográfica que nunca les ha permitido convivir en un ambiente de respeto mutuo. Han peleado por territorios donde México ha sido el perdedor.

Millones de mexicanos residen en el norte. Ahí necesitan su mano de obra barata y desde ahí, mandan miles de millones de dólares anuales en remesas. Por décadas, muchos mexicanos y estadounidenses han sido “socios” en el negocio del narcotráfico y el crimen organizado, hoy un tema ríspido que los une y los separa y por el que se culpan mutuamente. Aunque la ONU reconoce la corresponsabilidad, el centro de la discusión es el tráfico de armas que Estados Unidos ha defendido bajo la Segunda Enmienda.

Sus perspectivas han sido divergentes sobre migración, su centralidad, su urgencia y cómo abordarla. Aunque para el poderoso del norte, “América es para los americanos”, hoy tienen una relación comercial en la que Estados Unidos en general ha logrado imponer sus intereses.

La prioridad de la política exterior de México siempre ha sido contener, en la medida de lo posible, la hegemonía de Estados Unidos para sobrevivir la vecindad y mantener su soberanía.

Durante la Guerra Fría, la política multilateral fue un reto. México defendía la no intervención en los países de la región con Gobiernos de izquierda y buscaba evitar hostilidades entre la potencia del norte y América Latina. Fue el único país de la OEA que mantuvo relaciones diplomáticas con Cuba, contra la presión de Estados Unidos.

La dualidad diplomática y política mexicana de entonces ayudó a que los choques entre los “vecinos distantes” no se convirtieran en guerras abiertas desde la invasión de Veracruz en 1914. Pero, al estallar el conflicto de seguridad recíproco con el narcotráfico —aunado a los recientes casos de dos importantes secretarios mexicanos arrestados en Estados Unidos por presuntos vínculos con el narco—, la tensión bilateral ha revivido. No importa si los líderes intentan minimizarla. Ahí está.

En el pasado, Estados Unidos había optado por ignorar a México si su economía crecía, como durante el llamado “milagro mexicano” (1940-1982). Si su vecino mantenía una cierta estabilidad política, le importaba poco que hubiera corrupción y cero democracia; que hubiera matanzas, como en 1968; masacres y desapariciones, como bajo la presidencia de Felipe Calderón.

Esos márgenes de flexibilidad se han perdido en el camino. Con el primer Tratado de Libre Comercio (1990), México estrechó la alianza con Estados Unidos y se redujo su margen de “permisividad”.

Hoy, con el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien busca quedar bien con Dios y con el diablo, esa relación ha llegado al extremo: su política es de apaciguamiento con Donald Trump. Al presidente mexicano, el resto del mundo parece importarle poco, o nada.

Aunque se considera de izquierda, López Obrador busca evitar a toda costa un duelo con su homólogo del norte, un hombre de negocios “neoliberal” que ha llamado “criminales” y “violadores” a los inmigrantes mexicanos. AMLO ha optado por ignorar los insultos y convertirse en el polizonte de ambas fronteras. Pactó con Trump para detener el flujo irregular de centroamericanos en la frontera sur y desplegó efectivos de la nueva Guardia Nacional en el norte.

En medio de todo esto, la reciente reunión entre Trump y López Obrador —su primer viaje al extranjero—, no se convirtió en una batalla de egos con la patria como escudo. La idea era firmar el nuevo tratado norteamericano que ha amarrado las economías de México y Estados Unidos en otro “matrimonio” inevitable. Para lograrlo, hubo que vetar un tema engorroso: la migración de centroamericanos que antes cruzaban la frontera norte sin que México los detuviera, y el polémico muro, tema electoral para Trump, cuya construcción, insiste, México pagará.

Si bien es cierto que Estados Unidos tiene un enorme poder económico y político, muchos mexicanos se saben herederos de civilizaciones prehispánicas y eso los llena de orgullo. Aunque mexicanos y chicanos defienden su derecho a conservar sus raíces y batallan por mantener sus tradiciones, las generaciones jóvenes que crecieron en Estados Unidos sienten una franca admiración por los valores estadounidenses. Jorge A. Bustamante, investigador y fundador de El Colegio de la Frontera Norte, asegura que “mientras la mexicanización en Estados Unidos se ha dispersado, en la frontera entre México y Estados Unidos se percibe la aparición, en algunas zonas, de una sociedad y una cultura combinadas, medio estadounidenses y mexicanas”.

Ante este contexto, en la próxima elección del nuevo presidente de Estados Unidos, ¿Cuál de los dos candidatos sería menos nocivo para México y sus migrantes? Con o sin muro, para el sector privado, Trump podría ser el bueno. No le interesarían las cláusulas del nuevo tratado que requiere salarios y condiciones de trabajo decentes para la mano de obra mexicana en Estados Unidos. Pero para la mayoría de sus paisanos, sobre todo aquellos con familias al otro lado de la frontera, es posible que Joe Biden sea menos perjudicial porque podría relajar las relaciones, incluso en temas migratorios. Así piensa Riding.

Gane quien gane en Estados Unidos, México seguirá atrapado en sus intentos de hilar fino con su vecino del norte. Es su condena por ser el más débil.

lunes, octubre 26, 2020

El Quijote del Cine en México: Paul Leduc



El Quijote del Cine en México: Paul Leduc (Ciudad de México, 1942) 

 

Paul siempre caminó con los pies en la tierra, pero en la cabeza cargaba molinos de viento, al estilo de Don Quijote —a quien de hecho se le parecía un tanto—, como un ser desenfadado cuyo único interés en el mundo era la compleja trama en la que estaba trabajando. Hombre tierno y hosco a la vez, Paul fue un exitoso cineasta independiente en tiempos cuando ver una película en estreno en México costaba cuatro pesos y la gente disfrutaba ir al cine. Sus películas no buscaban ser comerciales y las realizaba con presupuestos magros. Sus actores no eran siempre profesionales. Evitaba divos y divas, aunque se topó con muchos,

Paul Leduc falleció el miércoles 20 de octubre del 2020 en su casa de la capital mexicana al lado de sus dos hijos que amaba, sin dolor y rodeado de amor. Fue un fumador que terminó con enfisema que se le complicó, como le pasó a su gran amigo Adolfo Sánchez Rabolledo (Fito). Su salud nunca fue una prioridad.  Sí la de los demás. Su fuerte era su humanidad, quijotesca, de esas que nunca mueren porque dejan un sueño deslumbrante que nos toca a todos; una huella indeleble en su trabajo, en su vida, en quienes amó y en quienes lo amaron.

En Reed, México Insurgente (1973), Frida, Naturaleza Viva (1984), ¿Cómo ves? (1986) y Barroco (1989) dejó su sello inimitable y su mirada crítica y ácida. La actriz Ofelia Medina, quien interpretó magistralmente a Frida en aquella película, contó que su único conflicto con su director fue que trató de quitarle diálogos a su personaje. Pero Ofelia ganó. Paul era generoso con el talento. También dirigió y escribió el guion de Etnocidio, El Mezquital (1977), cuyos protagonistas fueron los habitantes del Valle del Mezquital, en el Estado de Hidalgo. La cinta muestra la penetración cultural que los puso en un peligro inminente e incluso estuvo a punto de exterminarlos. Es la historia no sólo de ese pueblo en México, sino de las minorías en todo el continente, quienes día a día buscan conservar su identidad, diversidad y raíces.

A principios de los años noventa, cuando el cine mexicano ya era apenas una sombra de nostalgia, Paul se prometió dejar esa industria. Ya no era lo suyo. El cine mexicano, el que existía entonces y que existe hasta ahora, se comercializó. Antes defendía revolución. Ahora, vendía tacos, margaritas y mariachis. El culto a Frida Kahlo se convirtió en un producto mas y eso, Paul detestaba. Que él haya sido el creador de ese producto, le jodía mucho, lo cual no quiere decir que cuando miraba un cuadro de Frida se estremeciera hasta lo mas profundo. Lo que rechazaba era la idolatría a la "Fridomanía" que al final del día era otro truco comercial. Cuando lo llamaban para pedirle que apareciera en algún lugar del mundo para hablar como “experto” de Frida, rechazaba la invitación de manera tajante. Siempre detestó ser protagonista. Aunque recibió varios premios, evitaba los homenajes, easpecialmente si él era el homenajeado. Donde mejor se sentía era detrás de una cámara.

Se dispuso entonces a hacer animaciones en corto destinadas a un público infantil, para acercar a los niños al placer de la música, tanto la popular como la llamada “de concierto”. En esa etapa nacieron Bartolo y su flauta o La invención de la música, y Los animales, interpretados por Cecilia Toussaint, Jaime López y el fallecido Oscar Chávez. Estas animaciones están ahora disponibles de manera gratuita en https://archiblog19.blogspot.com[MP1] 

A mediados de los años noventa, en un festival de Huelva en su honor, su colega, ahora fallecido, Gabriel Retes, le hizo una apuesta. “Paul, a ver, ¿vas a hacer otra película o no?”, fue el reto. Si la hacía, Retes le pagaba a Leduc algunos dólares. Si no, al revés. Leduc no lo tomó en serio -pocas cosas tomaba en serio- y con la medio sonrisa que lo caracterizaba, simplemente brindó con su colega. Para él, en ese entonces, el cine era cosa del pasado.

¿O no tanto? Alguna razón tendría Retes para retarlo. Porque Leduc sí regresó al cine. Por última vez pero con dardos renovados, como un rey joven del boxeo fílmico, tuvo su última pelea, El Cobrador, In God We Trust (2006), posiblemente la mas impactante de sus obras en términos fílmicos. Ahí hay de todo. Es una película dura, cruel, con diálogos, música, militancia y sexo, todo visualmente atractivo que inicia con un minero brasileño quien de pronto asesina al dentista que lo está tratando. La trama está inspirada en un cuento del brasileño Rubém Fonseca. Nunca se supo si se cumplió el reto de Huelva con Retes o no. Pero la última película de Leduc fue posiblemente la mas fuerte para la clase media que tuvo la suerte de verla porque estuvo en cartelera apenas unos días. Una cinéfila italiana que no conocía la obra de Leduc, ni había visto Frida , salió impactada de Cobrador. Para ella, el fime “estaba a la altura de Stanley Kubrick y Orson Wells". No sé si a Leduc le hubiese gustado ese elogio. Quizás el de Wells. No sé si el de Kubrick.

En todo caso, Paul nunca quiso parecerse a nadie ni hacer películas que no hicieran otra cosa que despertar las conciencias de los espectadores. Y al menos en el caso de esta aficionada al cine, lo logró.

En 2013, recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Tratando de sonreír (cosa que hacía poco y solo con quienes se sentía cómodo, que no eran muchos), Paul Leduc recibió de manos del entonces presidente Enrique Peña Nieto la beca de por vida del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca). Quienes lo vimos no le creímos que su sonrisa era sincera. "Estaba sonriéndole a mi hija Valentina", dijo. Eso sonaba mas como Leduc. De hecho, ir al homenaje con Peña Nieto fue una rara y única excepción. El estímulo económico era suyo estando ahí o no. Se lo merecía y ya.

Tres años después, recibió el Ariel de Oro a su trayectoria. Muchos pensaron que no lo aceptaría. Pero no solo lo hizo, sino que aprovechó la tribuna para lanzar la mejor (o peor) crítica sobre la realidad del cine mexicano de hoy: “Con lo que el Gobierno federal gastó en publicidad en 2015, IMCINE hubiera podido apoyar 401 largometrajes, aportando la cantidad máxima que tiene autorizada. Algo que podría pensarse es que, si el cine nacional logró un centenar de premios internacionales, la marca México, como simple anuncio, resulta así muy económicamente promovida por el mundo… aunque las películas aquí no se vean…”.

El Canal 11 entonces transmitía esa ceremonia. Aunque la televisora dijo que se había tratado de un problema de “horarios”, cortaron la transmisión televisiva de su discurso y, para que no quedara huella, tras la mutilación, plasmaron en las pantallas el Himno Nacional. Hoy hay escasos “peliculeros” mexicanos como Leduc. Sin reveses. Provocador. Desafiante. Coherente. Siempre crítico. Y quizás lo más importante, un renovador del cine mexicano de la época de la revolución con una mirada fresca, pero sin tapujos. Tuvo una obsesión como cineasta que se llevó a la tumba: Hacer una película inspirada en la novela “Bajo el volcán” de Malcolm Lowry. También realizó un documental sobre la guerra en El Salvador en los años ochenta que logró filmar de manera clandestina y poco se difundió. Por problemas de presupuesto, tampoco puedo realizar un filme sobre la gesta de Sandino en Nicaragua,

Paul Leduc siempre fue un rebelde que buscaba, con su mirada de cineasta lúcido y progresista, reflejar las injusticias que encontraba a su paso. Como su amigo Fito, Paul pensaba que "Somos lo que hicimos y pensamos, incluyendo los sueños de otros tiempos y el derecho a cambiar sin traicionarnos". Su militancia era primordial en su vida. En su vida personal, siempre fue contradictorio---amoroso y distante, pero en ambos casos fue un hombre de pocas palabras. La música acompañó siempre su silencio, salvo cuando se trataba de la fiesta taurina.

Conocía la Plaza de toros Monumental de México al dedillo. Sabía los detalles del enfrentamiento entre el toro y el torero, y los disfrutaba casi tanto como un partido de fútbol con su hijo Juan cuando era todavía un niño. Pero, un buen día abandonó la fiesta de los toros -como le pasó con el cine y quizás por razones similares. “¿Existen las corridas de toros en México todavía?”, preguntó una vez con tono sarcástico.

Además de estampar el rostro de un México que todavía existe pero que ya nadie ve en la pantalla grande, Paul era también un excelente cocinero. Preparaba platillos de todo tipo con esmero para sus amigos y sus dos hijos, la documentalista Valentina, hija de la productora Bertha Navarro, y Juan, fotógrafo, hijo de la también cineasta Luisa Riley. Estudió arquitectura como Carlos Leduc, su padre, medio hermano del célebre escritor Renato Leduc, en la Universidad Nacional Autónoma de México, pero cuando se ganó una beca se fue a Francia a estudiar cine en París.

Tanto Sonia Rosenzweig su madre, como Carlos, su padre, eran comunistas en serio. Como "endenantes", cuando el comunismo para los de aquella generación era la única salvación de la humanidad. Ella era rígida, dura, pero tierna en la intimidad, cualidades que su hijo heredó. Carlos, "El Flaco Leduc", era un dulce arquitecto con sensibilidad social cuya obra se destacó por construir escuelas rurales donde los estudiantes se sintieran a gusto, en un ambiente sano. La herencia de ambos no pasó inadvertida en el niño que crearon.

Paul Leduc ha dejado en México, y en América Latina, una huella imborrable en la pantalla grande, filmando “milagritos de justicia”, como dijo Ofelia Medina la noche de la entrega del Ariel de Oro. Ojalá alguien inteligente y sensible se anime a revivir el trabajo de este Quijote mexicano. Lo necesitamos todos. 

lunes, septiembre 21, 2020

Las mañaneras de López Obrador



        Cada mañana, AMLO es el vocero de su         Gobierno. Él modera el debate. Marca la agenda, sin intermediarios. Sus “otros datos” son los correctos. Los de sus adversarios están sesgados



Aquella mañana del 3 de diciembre de 2018, el presidente Andrés Manuel López Obrador inició una tendencia retórica. Quienes esperaban una conferencia de prensa “a la antigüita”, aquella les tuvo que haber al menos sorprendido. Algunos ya lo conocían como jefe de Gobierno de la Ciudad de México, y sabían que de convencional no tenía nada. Pero ese día, a pesar de su intento de sonar “presidenciable”, de prometer un “diálogo circular” con la prensa, de contestar preguntas con información puntual, su tono irónico y sarcástico al referirse a Los Pinos anunció un estilo que mantiene hasta hoy, casi dos años después.

Fue entonces que cultivó el “choteo”, la burla hiriente y venenosa al hablar de sus adversarios, los “conservadores” neoliberales. Desde entonces, no ha dejado de utilizar expresiones populares a sabiendas que lo acercan a su base social, la única que le interesa. “No tienen llenadera”, dice al referirse a los funcionarios corruptos. “¡Ya chole!”, para indicar que ya “el pueblo” no quiere mas corrupción. “¿Quién pompó?”, al cuestionar quién financia las costosas producciones de Carlos Loret y Brozo en el sitio Latinus. Y “Me canso, ganso”, la célebre expresión de Tin Tan que comunica su convicción en sí mismo.

Ese tono es hoy parte de su estilo de gobernar desde el conflicto en “las mañaneras”, un poderoso instrumento de comunicación que le ha resultado de enorme utilidad para colocar sus temas en el debate público.

Cada mañana, AMLO es el vocero de su Gobierno. Él modera el debate. Marca la agenda, sin intermediarios. Sus “otros datos” son los correctos. Los de sus adversarios están sesgados porque están enojados y “el que se enoja, pierde”. Y todo lo dice a sabiendas de que él —el eterno luchador social — es finalmente presidente porque la gente así lo decidió en las urnas.

Pero no es un Jefe de Estado ni un dictador como los del pasado. Se equivocan quienes lo comparan con éste o aquél. Su estilo es único, bueno o malo, guste o no. AMLO ha roto todos los moldes. El único precedente de AMLO es AMLO.

La “mañanera” es su oportunidad para crear una comunicación directa con su público; de ahí que la composición de periodistas que acuden sea variopinta. Hay profesionales de medios “convencionales” (con algunas excepciones, la mayoría se queda lejos de hacer su chamba) y amateurs (que suelen ser “periodistas de causa”), pero mas allá de ellos, el nivel de audiencia que logra a través de las redes sociales le permite tener su propio medio de comunicación. El es la agencia informativa del Gobierno y del Estado (¿Notimex? ¿Para qué servía eso?).

Sus conferencias son una herramienta de gobierno con la que rompió con gran parte de las tradiciones de sus antecesores. No hay tarjetas informativas, mucho menos teleprónter. Nadie le escribe sus discursos. Improvisa, a veces se equivoca y pide apoyo a su vocero, listo para darle el detalle. AMLO es políticamente incorrecto y así gobierna. Alienta la polarización. Apuesta a que quienes no compartan su visión anticorrupción, “el pueblo” los ubique como adversarios. Insta a comer sano, a hacer ejercicios, a no ser materialista, a buscar la espiritualidad.

No todo es miel sobre hojuelas. Su actuar, a veces, tiene un sello priista. Se cuida de moverse dentro de lo legal, aunque camina peligrosamente sobre el filo de la ley cuando descalifica a exfuncionarios, expresidentes, jueces o personajes perseguidos, al opinar sobre los casos judiciales y vulnerar el debido proceso. Comunica los detalles del vídeo de Emilio Lozoya, pero no el de su hermano Pío. Es amigable con los periodistas que apoyan a la 4T y hasta les regala un cargo diplomático en el exterior si tienen suerte. Halaga a su equipo de seguridad (poco visible en general) cuando le conviene.

No limita la libertad de expresión en sentido estricto, pero critica con rabia a los diarios que no lo apoyan; a uno incluso lo ha llamado “pasquín inmundo”. Pero nunca impedirá, como hizo Richard Nixon en su momento con el Washington Post, que un reportero de los medios que lo critican acuda a Palacio Nacional. Eso sí: todas las mañanas deja claro que está en pie de guerra. Que sigue luchando por conquistar todo el poder, no para reelegirse en lo personal, pero sí para dejar un legado  a la Benito Juárez, su héroe.

Se supone que la “mañanera” empiece después de una reunión con su equipo durante una hora. Pero recientemente parece que sus colaboradores optaron por no informarle de la agresión a las mujeres en el Edomex la noche anterior o no les dio tiempo porque —lo siento, señoras— no es su prioridad. ¿La pandemia? Sí, es una tragedia, pero su Gobierno la tiene dominada, ya pasará, para eso están los expertos, como su superstar Hugo López Gatell (quien incluso a veces compite con su jefe como profesor de la historia de México). Pero la guía temática del presidente siempre es una: la lucha contra la corrupción.

Su objetivo es desfondar el régimen de corrupción por encima de todo: crecimiento económico, política industrial, inseguridad, narcotráfico, equidad de género, derechos humanos y desigualdad social. Todo se subordina al origen de todos los males de México que para él es la corrupción, y al exterminarla, sostiene, los otros obstáculos se resolverán.

La respuesta a la pregunta que preocupa al Instituto Nacional Electoral y mantiene al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en una suerte de suspenso: ¿son las “mañaneras” propaganda?, resbala en terreno turbio.

En opinión del clásico Propaganda & Persuasion de Jowett y O’Donnell (2015), la propaganda es “la intención sistemática y deliberada de configurar percepciones, manipular formas de pensar y dirigir la conducta para conseguir una respuesta que promueva el efecto buscado”. Según Aneek Chaterjee, en International Relations Today. Concepts and Applications (2010): "Es una tentativa sistemática por influir en las mentes y en las emociones de los miembros de un grupo determinado para fines específicos. En su forma más simple, “significa diseminar o promover ideas”. Para Brian McNair en An introduction to Political Communication (2011), la comunicación política “es una forma discursiva practicada por una figura de autoridad con el fin de lograr propósitos específicos”. El académico de la UNAM Daniel González Marin opina que “si AMLO en sus largas horas ante medios emite discursos que buscan influir en sus escuchas para buscar consentimiento, sin duda es propaganda”.

La “mañanera” es entonces un híbrido: ofrece información de políticas de Gobierno, pero su retórica busca convencer de que el régimen anterior fue corrupto, y que su prioridad es exterminarlo.

domingo, agosto 23, 2020

El desdén de López Obrador por las políticas de género

A casi dos años de asumir, resulta chocante que el presidente no le dé prioridad a la causa de las mujeres, cuyo apoyo le fue fundamental para ganar las elecciones





Andrés Manuel López Obrador, aquella figura emblemática de los movimientos progresistas que representaba la posibilidad de un cambio profundo en México, cuyo movimiento social reunió a un amplio abanico de simpatizantes donde las mujeres tuvieron un papel fundamental, es ahora un jefe de Estado que ha demostrado un desdén por impulsar políticas de género.

Las mujeres —especialmente los grupos de izquierda— fueron el motor principal de Morena, el movimiento surgido del sector lopezobradorista del PRD, a su vez una amalgama de la izquierda tradicional, uno de cuyos brazos del poder del entonces líder opositor estaba constituido por mujeres progresistas.

Imposible olvidar el vital apoyo que las Adelitas —calculadas por algunos en unas 20.000 campesinas, indígenas y feministas en su mayoría—, le ofrecieron para lograr su triunfo electoral. Encabezadas por Claudia Sheinbaum —quien había sido la secretaria de Medio Ambiente en el Gobierno de López Obrador en Ciudad de México—, las Adelitas tomaron la iniciativa del movimiento y formaron un ejército para llevar a cabo marchas y bloqueos en la sede del Senado a favor de quien parecía la única salida contra los feminicidios y la violencia doméstica.

Hoy, a casi dos años de ser jefe de Estado, resulta chocante que López Obrador no le haya dado prioridad a la causa de las mujeres y ya no parezca interesarle la creación del andamiaje para lograr que esa causa florezca en un Gobierno como el suyo, que se vende como una Cuarta Transformación, supuestamente de izquierda.

Hay datos duros que no son parte de “una campaña de la derecha contra el cambio”, como López Obrador insiste en calificar todo aquello que difunda sus errores, sino todo lo contrario. Reflejan una realidad imposible de ignorar.

Desapareció el presupuesto federal para las alertas de género en los Estados donde hay más feminicidios. De hecho, la reducción en un 75% de los fondos de los programas para combatir la brecha de desigualdad y prevenir los delitos contra las mujeres ha provocado que Amnistía Internacional inicie una campaña dirigida al Poder Legislativo.

Desde julio de 2019, la Cancillería tiene pendiente informar a la ONU sobre sus acciones para tipificar el feminicidio en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, y garantizar la aplicación efectiva de las disposiciones del derecho penal sobre el asesinato de mujeres por razones de género.

El primer semestre de este año el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP) ha registrado 1.916 asesinatos, de los que 473 son clasificados como feminicidios. Once mujeres mueren de manera violenta cada día. Hay 104.331 carpetas de investigación por delitos de violencia familiar, 1.800 denuncias de violencia de género y 7.887 por violación.

Una importante rectificación se produjo de manera reciente, cuando el fiscal general, Alejandro Gertz, convino con el Congreso impulsar una reforma legal para que el asesinato de una mujer se persiga en todo el país como feminicidio, a diferencia de la norma actual, cuyos requisitos para clasificar ese delito a menudo pierden el enfoque de género.

Al reanudar actividades económicas en junio pasado tras meses de confinamiento por la pandemia, las agresiones contra las mujeres, las lesiones y homicidios culposos, así como la trata de personas, aumentaron un 30%, de acuerdo con el SNSP. En abril y mayo, se registraron 73 víctimas de feminicidios. En junio, ese número aumentó a 99 mujeres.

El apoyo de López Obrador se reduce a la legislación sobre equidad de género y a financiamiento directo —clientelar, dirían muchos— a las familias, pero sin política de género, ignorando la enorme desigualdad entre ellas y sus parejas, familiares o amigos varones.

Como está clarísimo que el presidente tiene fobia —en algunos casos con razón— a la sociedad civil organizada, cortó de tajo los apoyos a todas las agrupaciones de esa procedencia, incluyendo las estancias infantiles, afectando a las madres trabajadoras, un sector vulnerable y en condiciones de informalidad. Durante los primeros meses de este año, el gasto del programa de subsidios para las madres sin seguridad social, estrategia que reemplazó a las estancias infantiles, se redujo casi la mitad frente al mismo periodo de 2019.

En su versión de la realidad, justifica la reducción presupuestal con la austeridad republicana e insiste que protege a las mujeres (cuya tarea primordial, ha dicho, es el cuidado del hogar y de la familia) más que ningún otro Gobierno anterior. Pero en los hechos, la vida cotidiana de ellas ha cambiado poco: siguen enfrentando la violencia doméstica, la inseguridad en el transporte, el acoso en la calle, el maltrato, la discriminación.

No hay duda de que López Obrador ha perdido la simpatía de muchas mujeres, quienes lamentan que ese cambio por el que ellas apostaron no se vea reflejado en una reducción en la brecha de desigualdad de género. Otras, que apoyaron su proyecto como candidato a la Presidencia con una agenda clara de derechos humanos, siempre tuvieron cierta resistencia hacia él como político porque ya lo conocían desde que fue jefe de Gobierno de la capital (2000-2005) y les había “quedado a deber” en muchos temas de la agenda. Sabían que no era un aliado leal de la causa de las mujeres. Y la realidad de su Gobierno les ha dado la razón.

jueves, julio 02, 2020

La travesía en el desierto de Notimex

https://elpais.com/opinion/2020-07-02/la-travesia-en-el-desierto-de-notimex.html?ssm=TW_MX_CM


La travesía en el desierto de Notimex

México merece una agencia de noticias de servicio público independiente de los cambios en la cúpula política cada sexenio


Desde su creación en 1968 para los Juegos Olímpicos en México, la agencia Notimex ha pasado por no pocos momentos complicados: escaso profesionalismo y credibilidad, abandono o indiferencia del Estado, ausencia de liderazgo, falta de presupuesto. Por años la agencia de noticias operó dominada por la corrupción del sindicato y administrada por una burocracia que se llenaba la boca con estatutos, leyes y juntas pero que nunca logró independizarla del poder político para convertirla en una agencia pública al servicio, ahora sí, del pueblo.
Pero nunca había vivido una gestión tan desastrosa como la de Sanjuana Martínez. El conflicto que se desató en casi todos los frentes desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador nombró a la periodista regiomontana como directora de la agencia en sustitución de Alejandro Ramos ha opacado el tema de fondo, su independencia del presidente en turno y su prestigio como agencia de Estado. O quizás la llegada de Martínez haya sido el peor, y más evidente, resultado de ello.
A estas alturas, es irrelevante cómo se conciba a Notimex en tiempos de la 4T porque está clarísimo que su orientación, desde que López Obrador nombró a Martínez, es de apoyo visceral al Gobierno. Hasta ese nombramiento, varios de los anteriores directores generales —unos más que otros— pusieron su grano de arena para lograr la independencia y viabilidad de Notimex. Pero al final del día el sistema nunca tuvo suficiente voluntad política para soltarla.
Así, Notimex tiene años de no tener clara su relación con el Estado. Porque además, la diferencia entre Estado y Gobierno puede entenderse en teoría, pero en México no queda bien definida en la práctica. Obsesionado como es López Obrador con sus temas (y Notimex no es uno de ellos), nombró a una periodista, con apoyo político y prestigio entre sus cercanos, como directora, y cuando empezaron los problemas internos, se desentendió.
Hoy, poco importa si antes se llamaba Notimex SA de CV, en papel concebida como una empresa que buscaba “coadyuvar al ejercicio del derecho a la información mediante la prestación de servicios profesionales en materia de noticias al Estado mexicano y a cualquier otra persona, entidad u organismo público o privado, nacional o extranjero, con auténtica independencia editorial”.
Tampoco importa mucho si, desde 2006, se llama Agencia Notimex del Estado Mexicano, tras una reforma legal de sus estatutos que la separó de la Secretaría de Gobernación, al entregar su administración a una junta de Gobierno integrada por representantes del Estado, pero manteniéndose a flote, en un porcentaje importante, con recursos de la Secretaría de Hacienda. Su vínculo con el Estado sigue en entredicho. Y ahora, sin oxígeno presupuestal ni espacio político para que sea, de una buena vez, lo que anuncia su nombre, liquidarla podría ser su mejor destino.
Habrá que ver cómo lograría la 4T liquidar aquella empresa, con sus millonarios pasivos laborales y deudas pendientes, tanto las económicas, las sociales y no menos importantes, las éticas. Todo indica que liquidar a sus trabajadores (incluyendo los despedidos por Martínez con litigios pendientes y los que aún laboran ahí) estaría fuera del alcance del Gobierno, especialmente considerando la ya legendaria austeridad republicana de López Obrador.
En el caso de los corresponsales mexicanos que Notimex envió al extranjero antes de la llegada de Martínez, debería sopesar su situación económica (y médica, en el caso de por lo menos uno grave, quien quedó abandonado a su suerte por la empresa para la que trabajó durante casi 30 años), aunque no fueron contratados por la actual directora ni eran empleados asalariados. Claro, si hablamos de una agencia de Estado que busca limpiar un poco su imagen.
Tal y como pintan las cosas, la existencia de una agencia de noticias en México (llámese pública, de Estado o como gusten y manden), carece de sentido, al menos durante el Gobierno de López Obrador, porque él es su propia agencia informativa. El presidente no parece tener interés en impulsar una agencia de noticias en serio fuera de sí mismo.
Es cierto que Notimex nunca ha logrado ser, como EFE y la BBC, una empresa pública comprometida con la difusión del derecho de todos a la información veraz y plural. Pero tuvo sus momentos como agencia latinoamericana con cobertura internacional y visión propia en la década de los 80, cuando compitió con EFE, y con el servicio de la agencia estadounidense AP en español, durante la cobertura de la guerra en Centroamérica. Era leída, difundida y valorada por muchos medios, incluso fuera de México.
Su segundo momento estelar fue durante el Gobierno de Carlos Salinas de Gortari, cuando el entonces Presidente tuvo la visión de contratar a los mejores periodistas, tanto a nivel internacional como nacional, para que, a través de Notimex, difundieran la imagen de un país democrático y plural; un México “moderno”, con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la obsesión presidencial en aquella época.
Su sucesor Ernesto Zedillo le “permitió” cierta autonomía informativa. Le siguió Vicente Fox, con la famosa alternancia, cuando Notimex se convirtió en “Agencia de Estado”, lo que Felipe Calderón “permitió”, porque poco le interesaba el asunto. La inercia continuó con Enrique Peña Nieto. Y claro, tras tantos años de ignorar o prestarle poca atención a Notimex, cuando triunfó de manera arrolladora López Obrador, sucedió el desastre de Martínez.
Un país como México, con la pluralidad y vigor de su ecosistema de medios de comunicación, merece contar con una agencia de noticias de servicio público independiente de los cambios en la cúpula política cada sexenio. Lástima que Notimex no llene ese vacío. Lástima que la gestión de Martínez, quien llegó para combatir la corrupción sindical y transformar la agencia en la BBC mexicana, solo haya logrado asestar el proverbial golpe mortal a una víctima ya herida.

lunes, febrero 03, 2020

México en el exterior

https://elpais.com/elpais/2019/11/27/opinion/1574872655_582230.html

El polémico asilo de Evo Morales es el primer gesto importante en política exterior del Gobierno de López Obrador no dirigido hacia el norte


El polémico asilo de Evo Morales en México, que seguro será de corta duración, ha catapultado al terreno hemisférico el pleito interno entre chairos (a favor de AMLO) y fifis (en contra). Es el primer gesto importante en política exterior del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador no dirigido hacia el norte.
No está claro si el asilo será un gesto aislado o si, como parte de un mismo esquema, se desencadenarán movimientos que ubiquen a México en el centro de los conflictos de sus vecinos del sur, que en poco se parecen a las revueltas y golpes de Estado del siglo XX. Nada es tan claro hoy como lo era entonces, menos en política, cuando el presidente del país mas poderoso del mundo no gobierna: tuitea.

¿Habrá un reacomodo en la política exterior mexicana que recupere el sitio protagónico que perdió hace años como tierra de asilo y refugio para perseguidos de la izquierda en la región, y le permita retomar su capacidad de negociación con Estados Unidos?
“Si México fortalece su presencia y participación en la región amplía su margen de maniobra frente a Estados Unidos y no se cierra con la agenda del norte”, reflexiona el analista René Delgado.
El asilo a Evo Morales ha sido una primera medida acertada en ese sentido.
Aunque a lo interno del país la llegada de Morales no fue recibida con entusiasmo por muchos -según encuestas-, México tuvo excelente olfato al lanzar una iniciativa contraria a Estados Unidos que no altera el fondo de su relación bilateral con el presidente Donald Trump.
Siempre y cuando, por supuesto, el expresidente boliviano deje de calentar a su exhomólogo del norte acusándolo de ser responsable de los sucesos en su país -haya sido un golpe de estado, como él y sus aliados consideran-,o no.
¿Regresará al ruedo regional aquél reacomodo de intereses entre Estados Unidos y México como antaño? Mientras México apoye de manera incondicional la prioridad de Trump -detener el flujo migratorio cueste lo que cueste-, éste se hará de la vista gorda sobre asuntos que no le sean críticos.
Si Cuba, Venezuela o Nicaragua, países con gobiernos que simpatizan con Morales, le ofrecieron asilo, no le convenía aceptar. Así ha evitado polarizar más aún su situación. México era el candidato perfecto para Evo, cuyos casi 14 años en el poder tuvieron luces y sombras. En Argentina, su aliado Alberto Fernández aún no asume el poder, pero ya le ofreció trasladarse allá en cuanto lo haga el 10 de diciembre.
Hasta ahora, la oferta de asilo a Morales y el aumento de la presencia de México en la región son proyectos complementarios. Le permiten, con Marcelo Ebrard al timón, proyectarse con un protagonismo nuevo y recuperar una tradición que le dio prestigio en el pasado.
Hay otras evidencias del impulso por fortalecerse en el hemisferio, luego de que el Gobierno de AMLO anunciara que mantendría una posición de no intervención en los asuntos de otros países con aquello de que solo así “no se meten” con México.
En 2020, México estará activo fuera de su territorio. El gran listón, con Juan Ramón de la Fuente a la cabeza de la campaña de promoción, es haber obtenido el aval de América Latina y el Caribe para integrar el Consejo de Seguridad de la ONU. AMLO, más preocupado hasta ahora con sus programas sociales a lo interno, no dejó pasar la oportunidad para ufanarse en su cuenta de Twitter el pasado 22 de Julio: “Estamos recuperando en el mundo la fama y la gloria de nuestra gran nación".
Además, México preside el Consejo Regional de la Cepal y, a partir del 1 de enero, también se hará cargo de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Muchos ya lo celebran. Para el presidente de la Fundación Euroamérica y parlamentario europeo, Ramón Jáuregui, “es imprescindible un México más activo” en la región.
Ojo: Bolivia preside la Celac ahora. El presidente pro tempore es Evo, quien tiene un muy limitado espacio para maniobrar. La candidatura mexicana, procesada de último minuto, podría cerrarle el paso a la presidenta interina Jeanine Áñez en caso de algún movimiento de última hora.
Hay más. En 2021, por decisión de Belice, Canadá, Costa Rica, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y República Dominicana, México presidirá la Conferencia Regional sobre Migración, que decide las metas a favor de los migrantes.
Si bien es cierto que hubo varios guiños mediáticos para candidatearse como reemplazo de Luis Almagro en la OEA, México ahí tendría el juego perdido. El uruguayo cuenta con su reelección casi garantizada con el apoyo vital de Estados Unidos.
Son los datos. No hay duda que México busca recuperar protagonismo en la región sin entrar en conflicto con Estados Unidos. Aunque quizás el primer intento de recuperar ese lugar perdido en el hemisferio fue a principios de este año, cuando llamó a un diálogo en Venezuela.
Habrá que ver hasta dónde llega su presencia ecuánime en política exterior; si cambia o mantiene su cómodo dogma de “no intervención” hacia Nicaragua, por ejemplo, donde la polarización ha alcanzado un nivel peligroso, con más de 300 muertos, 2.000 heridos y 100 prisioneros políticos.
¿Se ubicará AMLO a favor de los perseguidos políticos y las víctimas de la represión o a favor del presidente Daniel Ortega, si es que éste termina pidiendo asilo también?