viernes, noviembre 11, 2011

Daniel Ortega Saavedra: de revolucionario a dictador



La Esquina Internacional
María Lourdes Pallais 11.11.2011 09:14
Daniel Ortega de Nicaragua, de revolucionario a dictador

Por María Lourdes Pallais

A partir de enero del 2012, el otrora revolucionario izquierdista Daniel Ortega deja de ser presidente legítimo de Nicaragua para convertirse en dictador: por haberse impuesto como candidato a pesar de que la constitución se lo prohíbe, por haber inflado los porcentajes de su victoria electoral del pasado domingo 6 de noviembre y por haber encabezado un masivo fraude.

Así lo cree la oposición que ha rechazado los resultados denunciando irregularidades, favoritismos, quema de papeletas, abuso policial, proselitismo ilegal a favor del oficialismo y conteo de votos sin presencia de sus fiscales.

Pero el de facto Consejo Supremo Electoral (CSE) ya dictó sentencia: Ortega es el vencedor indiscutible con un 62.65% de los votos válidamente emitidos, una cantidad inverosímil si se tiene en cuenta que todas las encuestas le daban la victoria con un máximo de 48% y que históricamente, el techo electoral sandinista no ha subido de 38% (acostumbraba hacer alianzas para ganar elecciones).

Al margen de las graves anomalías --la distribución desigual de los miembros de las juntas receptoras de votos a favor del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN); la introducción de un nuevo procedimiento de fiscales que complicó la acreditación para el principal partido opositor; la falta de observadores nacionales; la no entrega de cédulas para los ciudadanos; un proceso de verificación que duró sólo un día y que en el pasado duraba más; juntas que tenían más votantes de los registrados-- Ortega probablemente hubiera ganado, le guste o no a la oposición.

Y es que Ortega tiene la sartén por el mango, y el mango también. Los programas sociales de su gobierno, financiados con la ayuda multimillonaria (que ha sido privatizada en Nicaragua) de Hugo Chávez, han logrado mejorar las condiciones de vida de los más pobres. El país centroamericano no solamente sobrevivió la crisis financiera mundial sino que, además, su economía creció un 4% y las inversiones extranjeras han aumentado. El FMI está contento. En esta ocasión, los pobres y los ricos han hecho causa común.

Casi sin excepción, todos coinciden que no había necesidad de inflar el número de votantes a favor del FSLN. Aunque a lo mejor sí. Igual, alegan algunos seguidores del actual partido, la oposición hubiera armado la de San Quintín. Y una cosa es ganar con un 45% y otra, con un 62%.

Pero –regresamos a lo mismo-- como las elecciones estuvieron plagadas de irregularidades, pocos se creen los resultados, dentro y fuera de Nicaragua.

Hay denuncias del fraude urbis et orbe en las redes sociales. Para muestra un botón. La Red Latinoamericana y del Caribe para la Democracia está recolectando firmas para pedirle al presidente Barack Obama que desconozca a Ortega como ganador. http://actuable.es/peticiones/gobiernos-y-organizaciones-reconocer-y-denunciar-fraude

Además, las misiones observadoras de la Unión Europea (UE) y de la Organización de Estados Americanos (OEA) han denunciado graves dificultades para ingresar a las mesas electorales a realizar las observaciones pertinentes así como la carencia de condiciones adecuadas para llevar a cabo su trabajo, entre otras cosas. Y, tanto los observadores nacionales “Hagamos Democracia”, “Ética y Transparencia” y “Movimiento por Nicaragua”, como medios de comunicación nicaragüenses --la Prensa y el Nuevo Diario-- han dado cuenta de denuncias de todo tipo --quema de papeletas, abuso policial, proselitismo ilegal del oficialismo y conteo de votos sin presencia de fiscales de la oposición, por mencionar algunos.

Dos cosas están claras por ahora: Ortega enfrentará la poca legitimidad de su victoria y Nicaragua, un futuro sin democracia ante un proyecto autoritario ganador. Porque siendo optimistas, esperamos que la violencia post electoral (que hasta ahora ha dejado seis muertos y 50 policías heridos en enfrentamientos entre el oficialismo y la oposición) no suba de tono.

En realidad, como bien dice el escritor y ex vicepresidente sandinista Sergio Ramírez, en estas elecciones perdió la democracia-- en la que por cierto ni Ortega ni su esposa y mano derecha Rosario Murrillo realmente creen. Cierto, desde 1984 han jugado ese papel --aunque mal-- porque no les ha quedado otra opción. Es más fácil esquivar denuncias de fraude --por graves que éstas sean, son difíciles de probar-- que intervenciones extranjeras y rechazo de los grandes capitales.

Hoy por hoy, la pareja presidencial tiene lo que realmente buscaba: un proyecto dictatorial victorioso con mayoría en la Asamblea --sin necesidad de alcanzar acuerdos con la oposición, le permitirá reformar la constitución y perpetuarse en el poder “victoria tras victoria, de la mano de Dios”, como anunció Murrillo, muy devota, al conocer los resultados del domingo pasado.

No será tarea fácil evitar que se consolide una dictadura de nuevo cuño que --al igual que la dinastía Somoza durante casi medio siglo-- ha logrado cultivar buenas relaciones con los ricos, fuera y dentro del país, con los jóvenes, con la iglesia y con las clases menos favorecidas. Hará falta nuevo liderazgo y hasta otra revolución, también de nuevo cuño.

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