Falta poco para el Super Tuesday del próximo 6 de noviembre. Muchos asumen que ya ganó Obama, especialmente después de escuchar a un confuso e incoherente Romney en el tercer y último debate presidencial.
Miércoles 24 de octubre de 2012
No olvidemos que hay un empate técnico entre ambos candidatos en voto directo popular y nueve estados indecisos (Ohio, Virginia, Florida, Nevada, Carolina del Norte, Wisconsin, Nueva Hampshire, Iowa y Colorado) que representan 110 votos del Colegio Electoral.
Y es que el tema del último encuentro entre ambos fue política exterior, no precisamente un asunto que aporte o reste votos cruciales en Estados Unidos. Pocos conocen, y a menos aún les importa, lo que pasa allende sus fronteras mientras no sea terrorismo en casa, a la Bin Laden.
Hay excepciones. Si alguien se interesa por la política exterior de Estados Unidos (sin contar a la millonaria industria armamentista por supuesto, que vota por la guerra) son quienes opinan que Obama ha mejorado la desastrosa imagen internacional que le dejó Bush de recuerdo. Esos son incondicionales del presidente. Su voto duro.
Pero hay que decirlo: debatir sobre política exterior siempre ha sido más fácil para un presidente. Después de todo, él recibe información de inteligencia precisa y clave de generales y diplomáticos, todos los días.
Y el lunes pasado en la Universidad de Lynn en Boca Ratón, en el Estado clave de Florida, Obama utilizó esa carta a su favor:
“Sé que usted no ha estado en condiciones de operar la política exterior”, dijo condescendiente. “Pero cada vez que ha dado una opinión, se ha equivocado”.
Si no siempre equivocado, algunas veces fue contradictorio. En todo caso, fue obvio que el ex gobernador de Massachusetts se sentía más a gusto hablando de educación o economía, aunque también tuvo acceso a reportes de inteligencia sobre política exterior desde el mes pasado.
Claro, no es lo mismo leerlo que vivirlo. Y se notó. La noche del lunes pasado, el republicano debatió sobre Irak, Siria, Afganistán, Irán, Medio Oriente como si estuviera tratando de recordar lo aprendido de memoria.
Pero el tema no es quien sea el mejor candidato para ocupar la Casa Blanca. Eso no se decidió en el último debate. Ese caldo se cuece aparte.
El encuentro arrojó otro tipo de luces. Más reveladoras quizá.
1. Obama y Romney coinciden en que “América” (léase Estados Unidos de América del Norte) es “una nación indispensable” (Obama) o, dicho por su rival republicano, “la esperanza del mundo”.
2. Al moderador a veces le costaba que ambos se ciñeran al tema propuesto. Un botón de muestra: “Permítanme volver a la política exterior. ¿Puedo volver a la política exterior?”, dijo Bob Schieffer en por lo menos una ocasión.
3. El debate dejó los sellos visuales de ambos candidatos. De Obama, recordaremos su estampa y su mirada intensa. Del republicano, su robótica sonrisa congelada.
4. América Latina solo fue mencionada en una ocasión. Fue Romney el responsable. “La oportunidad para nosotros es América Latina, no China”, dijo el republicano en un fallido intento de atacar la posición de Obama sobre China.
5. ¿Y México, el principal socio comercial y vecino que sufre las consecuencias de una guerra inventada por Calderón pero alimentada por el consumo en Estados Unidos? Bien gracias.
Y es que el tema del último encuentro entre ambos fue política exterior, no precisamente un asunto que aporte o reste votos cruciales en Estados Unidos. Pocos conocen, y a menos aún les importa, lo que pasa allende sus fronteras mientras no sea terrorismo en casa, a la Bin Laden.
Hay excepciones. Si alguien se interesa por la política exterior de Estados Unidos (sin contar a la millonaria industria armamentista por supuesto, que vota por la guerra) son quienes opinan que Obama ha mejorado la desastrosa imagen internacional que le dejó Bush de recuerdo. Esos son incondicionales del presidente. Su voto duro.
Pero hay que decirlo: debatir sobre política exterior siempre ha sido más fácil para un presidente. Después de todo, él recibe información de inteligencia precisa y clave de generales y diplomáticos, todos los días.
Y el lunes pasado en la Universidad de Lynn en Boca Ratón, en el Estado clave de Florida, Obama utilizó esa carta a su favor:
“Sé que usted no ha estado en condiciones de operar la política exterior”, dijo condescendiente. “Pero cada vez que ha dado una opinión, se ha equivocado”.
Si no siempre equivocado, algunas veces fue contradictorio. En todo caso, fue obvio que el ex gobernador de Massachusetts se sentía más a gusto hablando de educación o economía, aunque también tuvo acceso a reportes de inteligencia sobre política exterior desde el mes pasado.
Claro, no es lo mismo leerlo que vivirlo. Y se notó. La noche del lunes pasado, el republicano debatió sobre Irak, Siria, Afganistán, Irán, Medio Oriente como si estuviera tratando de recordar lo aprendido de memoria.
Pero el tema no es quien sea el mejor candidato para ocupar la Casa Blanca. Eso no se decidió en el último debate. Ese caldo se cuece aparte.
El encuentro arrojó otro tipo de luces. Más reveladoras quizá.
1. Obama y Romney coinciden en que “América” (léase Estados Unidos de América del Norte) es “una nación indispensable” (Obama) o, dicho por su rival republicano, “la esperanza del mundo”.
2. Al moderador a veces le costaba que ambos se ciñeran al tema propuesto. Un botón de muestra: “Permítanme volver a la política exterior. ¿Puedo volver a la política exterior?”, dijo Bob Schieffer en por lo menos una ocasión.
3. El debate dejó los sellos visuales de ambos candidatos. De Obama, recordaremos su estampa y su mirada intensa. Del republicano, su robótica sonrisa congelada.
4. América Latina solo fue mencionada en una ocasión. Fue Romney el responsable. “La oportunidad para nosotros es América Latina, no China”, dijo el republicano en un fallido intento de atacar la posición de Obama sobre China.
5. ¿Y México, el principal socio comercial y vecino que sufre las consecuencias de una guerra inventada por Calderón pero alimentada por el consumo en Estados Unidos? Bien gracias.
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