El mundo está de fiesta desde que el pasado 10 de mayo fuera declarado culpable de genocidio el exdictador guatemalteco José Efraín Ríos Montt por genocidio perpetrado por el ejército que él comandaba en contra del grupo étnico Ixil entre 1982 y 1983.
Todos, casi sin excepción, alaban a la jueza Jazmín Barrios, quien presidió el tribunal que condenó a 80 años de prisión a “ríos de sangre Montt”, hoy un anciano de 86 años.
“Es un fallo histórico”, dijo a una agencia de noticias internacional el abogado del Centro para la Acción Legal en Derechos Humanos de Guatemala, Héctor Reyes.
La exsenadora colombiana Piedad Córdoba escribió en twitter “hoy el mundo es un poco más justo con la condena a Ríos Montt”.
“Alegría inmensa por Rigoberta Menchú. Toda su vida luchando por la dignidad de las víctimas”, agregó la también activista colombiana.
Y sí, la premio Nobel de la Paz guatemalteca parece optimista, hablando de la integración racial, de la posibilidad de que la sentencia abra paso a un nuevo país.
La algarabía mundial tiene fundamento. La decisión judicial es un hecho sin precedentes en un país donde solo un 3% de los delitos llegaba a una corte y menos aún, a una sentencia.
La condena al ex hombre fuerte de Guatemala llega después de 36 años de conflicto armado que dejaron un millón y medio de desplazados, 200 mil muertos (en su mayoría indígenas de zonas rurales), 100 mil mujeres violadas (35% niñas) y más de 45 mil desaparecidos.
Todos datos de la mayor masacre en América Latina que la abogada española Almudena Bernabeu, del “Center of Justice and Accountability”, utilizó para argumentar su caso contra la defensa del ex general.
¿Se logró justicia en un país donde el estado violó, asesinó y masacró? ¿Morirá Ríos Montt como Manuel Estrada Cabrera, el dictador que inspiró la novela “El Señor Presidente” de Miguel Ángel Asturias? ¿Surgirá un nuevo país?
El proceso no está cerrado. Su futuro está ligado a recursos de apelación que los abogados presentarán ante la Corte de Constitucionalidad, el máximo tribunal de justicia del país.
El domingo pasado, centenares de manifestantes vestidos de blanco cantaban el himno del ejército y gritaban “Viva Ríos Montt” afuera de una base militar. La sociedad sigue enfrentada.
Y aunque ahora Guatemala tiene la ventaja de tener como presidente a Otto Pérez Molina, un ex general, “el ejército no está de retirada, pero saben que no están en los años en que podían hacer acciones de exterminio prácticamente en el anonimato”, dice a Indigósfera una experta en derechos humanos y género.
La cúpula empresarial, de las más arcaicas de América Latina, exige anular el juicio y “el gran capital de Guatemala es muy peligroso”, agrega la fuente. En efecto, la derecha “cree que (el juicio) es una movida” de los de “mochila al hombro” para “recuperar lo que perdieron en la guerra”, dice por su parte un empresario nicaragüense residente en Guatemala hace más de tres décadas.
Aguas. En Guatemala, la suerte aún no está echada.
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