Este es un país de simulaciones, donde “el que no tranza no avanza”. Donde las cosas no se dicen de
manera directa, mucho menos frontal, porque hacerlo es “feo” y “grosero"
manera directa, mucho menos frontal, porque hacerlo es “feo” y “grosero"
POR MARÍA LOURDES PALLAIS - Martes 10 de julio de 2012row
Somos un país donde por un lado decimos una cosa y por el otro pensamos y actuamos otra. Pero no nos gusta decir no, y menos que no sabemos. Preferimos mentir o decir, con pena, “la verdad es que no sabría decirle”.
Aunque el personaje de Tartufo haya sido una creación del famoso Moliére francés del siglo XVII, los historiadores aseguran que su naturaleza engañosa es una cualidad (o defecto, según…) de los latinoamericanos en general.
Todo es culpa del mestizaje, dicen los entendidos.
Somos españoles altaneros, jactanciosos y deseosos de ejercer el poder; e indígenas aparentemente sumisos que acatamos órdenes pero nos burlamos por detrás del ‘gachupín’ que nos ordena.
Y es que cargamos con dos rostros que no son totalmente antagónicos, sino que coexisten en un medio habitado por hombres y mujeres seducidos por las visiones bifaciales, por los impostores.
No es raro entonces que los políticos sean expertos en presentar una cara ante la colectividad, la del benefactor, cuando en realidad lo único que hacen es reciclar dinero nuestro (cuando no aparecen en sus cuentas de banco); y otra, la del ignorante, cuando se les descubre en actos ilícitos.
La cara del “maloso” la descubren los presidentes cuando ya no están en el poder. Y con la cara del corrupto descansan tranquilos muchos, todas las noches. Y se dan el lujo de despertarse con la del magnánimo líder que sólo quiere el bien de México.
La cara del que hoy es partidario o adepto a algo y mañana manifiesta lo contrario, es pan de todos los sexenios.
Los ejemplos han sido documentados en la edición de Reporte Indigo del 12 de junio pasado, “Cambio de Camiseta”, pero son muchos: Vicente Fox, Manuel Espino, Manuel Bartlett, Manuel Camacho Solís, Dante Delgado, Marcelo Ebrard, entre otros.
Y las instituciones, fundadas por el PRI, un partido que supo navegar durante casi 70 años en una sociedad donde las apariencias engañan y “lo más probable es que quién sabe”, son expertas en simular.
La excepción era el IFE, hasta ahora, cuando quizás sí, quizás no y lo más probable… Los rostros del Tartufo mexicano se trasladan de las instituciones y empresas a políticas públicas, como las que recaudan pagos de servicios e impuestos que en realidad fomentan la cultura del no pago.
¿Cómo? Por que paga más el que gana menos.
¿Cómo creer y cuándo estar seguro de que se nos dice la verdad, o por lo menos lo que nuestro interlocutor realmente siente?
Todo depende de con qué lado de la persona nos comuniquemos: si con la cara del español o la del indio. Pero al final del día ambos son tramposos.
Y es que nuestra forma de ser refleja una rebeldía sumisa contra la sumisión; gran contradicción de la que nos sentimos muy orgullosos y estamos dispuestos a defender a cualquier costo, bueno, casi a cualquier costo...
No importa que las cosas se enreden siempre y nadie entienda muy bien al que tiene enfrente. Total, si hemos optado por lo barroco y complicado, no por lo concreto y escueto.
Está difícil entrar al primer mundo vestidos de Cantinflas (inflando y cantineando) pero lo estamos intentando.
Y ahora que llegó un “nuevo” PRI a la silla del Gran Tlatoani, hacia allá buscará llevarnos, con todo y las dos caras que nosotros, servidores, nos presentamos ante nuestro líder máximo, aunque no creamos en él ni lo hayamos votado.
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