miércoles, agosto 10, 2011













El dominó de protestas cívicas de jóvenes ya nos llegó. Empezó en Túnez; continuó en el Medio Oriente; hoy arrasa en Libia, Siria, Yemen, Inglaterra; y (ya era hora), parece haberse extendido en América Latina: específicamente hacia Chile y Honduras…por ahora.

En ambos países se quejan de lo mismo: quieren reformas a las leyes que rigen la educación para poder acceder a las aulas de manera gratuita. Levantan la mano con furia antes de convertirse en estadísticas, como desempleados.

También comparten con sus contemporáneos en otras latitudes lo mismo: la desesperanza, la falta de fe en el futuro, el descrédito hacia los políticos que los gobiernan.

Dos intelectuales interpretan la gesta de los jóvenes en nuestro continente:

En Honduras, Juan Almendares –investigador y defensor de los derechos humanos– asegura que los jóvenes defienden “la educación como un derecho humano, planetario y el verdadero camino hacia la transformación real de las condiciones injustas desiguales y violadoras del derecho a la vida, la dignidad y soberanía histórica de nuestros pueblos”.

En Chile, Jaime Massardo –académico de la Universidad de Valparaíso– reflexiona que las protestas expresan el “rechazo al proyecto de reforma educacional propuesto por el actual gobierno, mostrando a la sociedad chilena que ésta no satisface las necesidades de educación científica, tecnológica, artística y humanista”.

Pero, por lo menos hasta ahora y de manera pública, ningún joven ha surgido como líder de las protestas en Chile o en Honduras. Ni tampoco se sabe que las redes sociales hayan sido parte de la estrategia de las protestas en esos países.

¿Cuánto falta para que en América Latina los mayores dejen de hablar por los jóvenes y para que las redes sociales les permitan una rápida capacidad de organización y, eventualmente, sean parte de su realidad cotidiana, como lo fueron en Libia por ejemplo?

Seguramente poco tiempo para lo primero y un poco más para lo segundo. Habría que estar bien atentos…

Lo ideal sería que –al margen de que en Chile, las protestas acabaron en disturbios con 396 detenidos y 78 lesionados – ni en ese país sudamericano ni en Honduras sigan el ejemplo de sus contemporáneos en Londres, donde la violencia parece ser resultado de un intento casi nihilista, centrada en el pillaje y en un rápido estallido del tipo de publicidad y poder que ellos sienten que se les ha negado durante años.

Porque, tanto en Yemen y en Siria, como en Honduras y en Chile, todos los que protestan son jóvenes, sin oportunidades ni futuro, hartos del sistema y sin sueños por realizar.

¿Suena familiar? Lo es. Agravios similares ayudaron a encender disturbios en el París de 1968 y más tarde en sus suburbios marginales en 2005; fueron la mecha de las revueltas en las ciudades pobres de Sudáfrica y otras protestas urbanas ocasionales del siglo pasado, desde China hasta América Latina (sí, aquí también las tuvimos, en los 70s, los 80s, cuando éramos jóvenes…)

Pero hoy en día, dos dinámicas se han convertido en poderosos aceleradores: los cambios económicos que agravan las dificultades existentes desde aquellos tumultuosos años del siglo pasado y –aunque todavía no en nuestro continente– el surgimiento de las redes sociales que permiten una rápida organización poniendo a las autoridades a la defensiva.

Hold on folks, porque Facebook no hace sino crecer!

PD. Agrego un comentario de un lector que corrige un dato sobre las protestas en Chile: Muy buen artículo, totalmente de acuerdo respecto que esta “ola” de protestas sociales recién comienza en nuestra región. Efectivamente tenemos jóvenes sin esperanza, que viven en un ambiente de gran desigualdad social y que no tienen sintonía con la política, tanto así que en Chile no se inscriben en los registros electorales y, por ende, no votan en las elecciones. Es decir, no participan de la única forma de hacer cambios que existe en democracia.
Sólo te realizo algunos apuntes en lo que respecta a la realidad en Chile.
Acá las protestas estudiantiles están lideradas por dos jóvenes, ambos presidentes de las federaciones de estudiantes de las dos principales universidades de este país: Camila Vallejo, militante comunista de 23 años, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, y Giorgio Jackson, de izquierda, presidente de la Federación de Estudiantes de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Ambos han encabezado todas las convocatorias y han sido los voceros del movimiento estudiantil. En esta dupla destaca Camila, que ha sido invitada a todos los programas periodísticos de televisión para hablar del paro y que se perfila como una nueva líder del comunismo chileno, que renovará los viejos cuadros y de seguro seguirá en política. Acá dejo un artículo de la BBC (http://www.theclinic.cl/2011/07/07/asi-ve-la-bbc-a-camila-vallejo/)
Jackson, si bien también tiene un perfil público y comparte la vocería del movimiento, se ve opacado por la figura de Camila ya que todas las miradas están sobre ella, al punto que ya tiene guardaespaldas en las marchas debido a amenazas de muerte y a la gran atracción que existe sobre su figura: todos los jóvenes quieren fotos con Camila para publicarlas en Facebook.
Por último, las redes sociales, en particular Facebook y Twitter, han sido fundamentales en las convocatorias a marchas, algunas de las cuales han superado las 100 mil personas sólo en Santiago. En ambos sitios se publican lugares, horas y algunas particularidades, como por ejemplo ir disfrazados a la manifestación o marchar por la Alameda pese a la prohibición de las autoridades.
En Chile se dice que la actual generación es la de los “jóvenes sin miedo”, aquella que no vivió en carne propia los horrores y la represión de la dictadura de Augusto Pinochet y que está dispuesta a todo con tal de conseguir la educación gratuita y el fin al lucro en el sector. No tienen miedo a la represión policial ni tampoco a perder el año escolar porque tienen conciencia que pueden hacer historia. Veremos en los próximos días lo que ocurre.

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