Cuando la desconocida Donna Tartt publicó su primera novela, El Secreto (Plaza & Janes, 1993), la escritora salió del anonimato para ubicarse en la nómina de los clásicos contemporáneos. Pero los críticos, maravillados ante esta suerte de milagro literario, vaticinaron que se trataba de una obra primeriza y solitaria; que la autora pasaría a la historia por esa única magnífica novela. No podría, argumentaban, superar la calidad de ese su primer intento literario.
Tras el éxito indiscutible de aquella primera propuesta, transcurrieron 10 años de silencio, lo que parecía dar la razón a quienes habían afirmado que El Secreto sería su única obra.
Pero Donna, esa diminuta mujer nacida en 1963 en Greenwood, Misisipi, capaz de citar de memoria a Santo Tomás, Platón, Buda, Dante, Proust, Poe, Salinger y a su mayor ídolo, T. S. Eliot, volvió a sorprender al mundo.
El año pasado, publicó en Estados Unidos Un juego de niños, que se convirtió en otro acontecimiento literario de primera magnitud y por supuesto en otro best-seller. De manera reciente, Areté-Mondadori puso a disposición del mercado iberoamericano la versión en español, y después de dos meses de venta, algunas librerías en México la ubican entre los 15 libros más vendidos del año.
Un juego de niños retrata un mundo a través de los ojos infantiles, en una atmósfera de misterio recreada por autores como Mark Twain, Robert Stevenson y Herman Melville, con los que la crítica, ahora como en 1993, vincula a la escritora sureña.
La acción de Un juego de niños comienza con un crimen: Robin, de nueve años, es hallado muerto, colgado de un árbol en el jardín de una finca de Misisipi, suceso que destrozará la vida de la familia Cleve y que obsesionará a Harriet, su hermana de 12 años. La niña bucea, escarba, desde un presente lleno de dolor, silencio y locura, en el oscuro y acallado pasado familiar con un único objetivo: descubrir al asesino de su hermano una década atrás.
A partir de ese arranque, Donna Tartt logra mantenernos sin aliento hasta el final. La historia despega en forma de thriller y acaba convirtiéndose en el preciso y fértil retrato de una familia y de toda una época.
A través del inconformismo de su protagonista agitadora, Donna pone en evidencia la hipocresía y el muchas veces absurdo comportamiento de los adultos, sometidos a reglas incomprensibles.
Para Eve Gil, una escritora mexicana y admiradora de Donna, la fortaleza de la autora es “su sangre fría para describir personajes y situaciones, lo cual no hay que confundir con ausencia de pasión. Yo diría más bien que dosifica magistralmente su desbordada pasión”.
Para otros, es “la hacedora de un milagro literario”. Así la describió Alicia Ramírez, editora del FNAC, consorcio de librerías y principal distribuidor de libros en Europa. “Pocas veces sucede, pero cuando se produce, se agradece,” escribió de manera reciente.
“Tartt, con una prosa exquisita, nos va presentando una historia inolvidable, en realidad son muchas las historias, llenas de personajes soberbios”, agregó la especialista.
Donna Tartt, una voraz lectora que domina el latín, el griego y el francés, ha dicho que el sexo no aparece ni aparecerá en sus libros. Para ella, el sexo y las palabras se excluyen el uno al otro.
No así la doble moral de la sociedad estadunidense, que la autora aborda sin tapujos en Un juego de niños, que no será, sin duda, su última novela.
viernes, octubre 01, 2004
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