viernes, octubre 01, 2004

"Entablé una lucha amistosa con el dolor”, dice la valiente María Luisa Puga



Por María Lourdes Pallais

De María Luisa Puga se ha dicho que “no vive la vida, la escribe”. La frase la define como un retrato a mano alzada: su vida ha transcurrido mediante la prosa inventiva y puntual.

No es entonces sorprendente que durante los momentos más intensos de la artritis reumatoide que le diagnosticaron hace varios años, haya creado Dolor, personaje con el que entabló “una lucha amistosa” que le permitió una mejor calidad de vida.

La autora (Ciudad de México 1944) empezó escribiendo Diario del Dolor (Alfaguara 2004) “para desahogarme” hasta que “se empezó a crear la presencia del dolor como algo que estaba siempre ahí conmigo. Me dije si yo estoy acorralada aquí con él, pues él igual conmigo. No se va a poder ir”, contó en entrevista con Crónica en el lobby de un hotel capitalino mientras fumaba como chimenea y saboreaba un jugo de naranja.

“Tú estarás haciendo lo tuyo, pero como yo también te estoy escribiendo, pues yo estoy haciendo lo mío. En ese momento fue que dolor adquirió la D mayúscula”, explicó la autora de Inventar Ciudades.

Así, Dolor se instaló en el cuerpo de la autora que se transformó en “el cuerpo del dolor”.

Sin embargo, haber establecido una relación tan “cálida” con Dolor, le permitía a María Luisa Puga que éste se fuera, quién sabe dónde, de vez en cuando. Por ejemplo, en el apartado 78, titulado No quisiste venir esta vez, Dolor, la autora escribe que durante un viaje de vacaciones a Durango, no la acompañó; es decir, no sufrió. ”Quizá te desanimaste porque no veníamos en avión y ya no había tanta novedad”, escribe María Luisa.

En la portada del CD que acompaña su novela, la autora escribe a mano: “Había que tenerlo en la mira todo el tiempo, más para conocerlo que para vigilarlo. Merodearlo, como él hace con nosotros; crear una familiaridad. No es fácil. Su presencia es extraña: repelente, antagónica; indiferente. Pero acaba por entrar en la costumbre (...)

Con Diario del dolor, sin amargura alguna y con mucho sentido del humor, Puga da voz a una mujer anclada por la artritis en una silla de ruedas. La protagonista y su alter ego, Dolor, dialogan, se enojan, se respetan, comparten desengano, los malestares de la enfermedad; una y otro se escuchan mutuamente.

A la manera de Julio Cortázar, el personaje principal se da a la tarea de proponer instrucciones para sobreponérsele. Le encuentra formas y espacios nuevos y no renuncia a su presencia diaria.

El libro, que incluye una versión en CD leída por la autora, un texto de su doctor, Gabriel Herrejón Cervantes, y otro de su esposo, Isaac Levin, está subdividido en 100 pequeños apartados que transforman la palabra en un exorcismo del dolor.

Como escribir sobre el dolor y convertirlo en personaje la ayudó a deshacerse de él, ahora “Dolor sí salió de mi escritura pero llegó su primo, con un doctorado del extranjero, y es el dolor de las terapias y ese me cae mal”.

Porque ahora María Luisa, que camina con bastón y con ayuda de una andadera después de dos delicadas operaciones, está en otra etapa de su enfermedad que la ha obligado a someterse a una rutina exhaustiva de terapia física para recuperar el movimiento de sus caderas y sus piernas.

Como ella siempre ha dicho, mientras pueda escribir, puede seguir viviendo, por lo que su próxima novela, Contracturas, aborda su situación física en una suerte de metáfora sobre la política del país.

No hay comentarios: