sábado, julio 22, 2006

Virginia Woolf, una escritora que nunca muere



Virginia Woolf, una escritora que nunca muere

Por María Lourdes Pallais

México, 17 May (Notimex).- Iniciaba la primavera de 1941. La Segunda Guerra Mundial había profundizado la depresión de Virginia Woolf, enfermedad que nunca la abandonó. Ese día, un 28 de marzo, su estado anímico era tan alarmante que su marido Leonard le aconsejó distraerse con labores domésticas.

La autora de "Las Olas" y "Orlando" prefirió salir a dar un paseo en los alrededores de la cabaña que la pareja compartía en Rodmell, unos kilómetros del Canal de la Mancha, en Gran Bretaña, donde se había refugiado luego de que los bombardeos nazis destruyeran su casa londinense.

Antes de salir a caminar, la Woolf escribió en el jardín sus últimas cartas de despedida, a su esposo Leonard y a su hermana Vanessa, y prosiguió lo que sería su último paseo hacia el río Ouse, donde murió ahogada.

La búsqueda de sus restos concluyó dos semanas después, cuando unos niños divisaron su cuerpo flotando en la corriente y aún envuelto en un abrigo con los bolsillos llenos de piedras.

Así terminó la vida de quien fuera la más brillante escritora del siglo pasado y una gran defensora de la mujer y sus derechos. Pero, parafraseando a Carlos Fuentes sobre Julio Cortázar, ella, como Julio Cortázar, es de esos autores que nunca mueren.

Tal vez influida por los razonamientos de su padre, por años Virginia dudó de su capacidad como escritora. Además, desde pequeña le habían enseñado que las metas de la mujer eran exclusivamente el matrimonio y la maternidad.

Pero el doloroso placer por la escritura resultó más intenso que el cumplimiento de su destino manifiesto. Aunque sí se casó con Leonard, su compañero de más de 20 años, escribir se convirtió en el "supremo alivio y la peor condena", como ella misma narró.

Una vez que empezó, no pudo detener el caudal; caudal que tardó en desbordarse, ya que hasta los 37 años inició su producción artística con su obra "Fin de viaje".

Hasta su último paseo, fue una navegante en un océano donde se cruzaban aguas de vida y muerte, en ocasiones turbulentas. Olas de relaciones conflictivas, pérdidas de seres queridos, angustias y depresiones siempre la azotaron. Luchó contra ellas hasta que no pudo más.

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