sábado, marzo 25, 2006

La obsesión por comer sano, un trastorno peligroso


La obsesión por comer sano, un trastorno peligroso

Por María Lourdes Pallais

México, 22 Feb (Notimex).- Demi Moore sólo ingiere alimentos crudos y Julia Roberts carga siempre una botellita de leche de soya, la única que bebe. Jennifer López come tortillas si son hechas con clara de huevo y Wynona Ryder sólo consume refrescos orgánicos.

Como ellas, muchas mujeres modernas se preocupan por mantener una dieta sana, biológicamente pura, a veces rayando en la obsesión. Los hábitos alimenticios de estas divas se han convertido en una moda, una manera de identificarse con el glamour y la belleza que las caracteriza.

Sin duda, la práctica de mantener una dieta sana es recomendable, e incluso conveniente para el buen funcionamiento de nuestro organismo, porque previene muchas enfermedades.

El problema surge cuando ese fin se convierte en una obsesión, en una compulsión o fijación patológica denominada ortorexia nerviosa, trastorno que comienza a hacer estragos entre las mujeres, especialmente las jóvenes, en sociedades desarrolladas.

Aunque en nuestro país aún no se han registrado casos de ortorexia, ese hábito compulsivo centrado en ingerir sólo alimentos procedentes de la agricultura ecológica, libres de transgénicos, puede afectar a las mujeres jóvenes "más allá de la moda", en opinión de la Dra. Patricia Romano, de la Asociación Psicoanalista Mexicana.

"Pienso que sí se puede dar en cualquier cultura, especialmente entre las mujeres jóvenes que apenas empiezan a definirse, cuyas personalidades son aún frágiles", alerta la psicóloga.

Para la nutrióloga Inti Sarahi Pérez Casillas, del Centro de Orientación Alimentaria S.C., tanto en México como en otros países, este trastorno es cada vez más común por la importancia que ha adquirido la nutrición y la buena alimentación.

"Ya sea por cuestión de moda o por salud, la línea que separa a la gente que ha creado una conciencia de su alimentación a la de aquella que empieza a tener una distorsión, es muy fina", agrega la experta en plática con Notimex.

Los grupos más vulnerables son mujeres "muy estrictas, controladas y exigentes consigo mismas", así como las aficionadas al "culturismo, el atletismo (y con) antecedentes de una alteración psicológica por el cuidado excesivo o aversión a alimentos "impuros" u obsesión por el consumo de alimentos totalmente orgánicos", abunda.

Patricia Inda Icaza, licenciada en nutrición de la UniversidadIberoamericana, coincide con Pérez Casillas: la ortorexia se da especialmente entre las mujeres con "una predisposición al perfeccionismo y al auto-control típico" de las personalidades obsesivo-compulsivas.

Las lobas esteparias

En México, como en otros países, "existe tanta información y tanta publicidad (sobre los beneficios de la comida sana) que a veces (todo) se convierte en desinformación", afirma.

Esta obsesión también puede convertir a la víctima en una suerte de lobo estepario.

"La ortorexia lleva a la persona a tener problemas en su relación con la sociedad cuando, por ejemplo, lleva su propia comida a un restaurante o de plano no va porque "quién sabe qué comida me van a dar y no me vaya a contaminar", explica la especialista.

Para la sicóloga Jussara Teixeira, se trata de una "práctica alimenticia que se convierte en adicción", especialmente entre las mujeres "que sienten una ausencia, hambre y vacío de palabras"; es decir, que no se pueden expresar salvo adoptando estas compulsiones.

El trastorno, que aún no aparece en ningún diccionario, ni sus síntomas son reconocidos como una enfermedad por la Organización Mundial de la Salud, es más común entre las mujeres con un nivel socio-económico alto, ya que los alimentos orgánicamente puros (como leche de soya, refrescos orgánicos y tortillas con clara de huevo) son más caros y difíciles de conseguir.

De hecho, es en los países desarrollados donde las mujeres se preocupan más por los ingredientes y el origen "natural" de los alimentos que compran en los supermercados.

Sin embargo, la sicóloga Teixeira opina que el trastorno puede extenderse a otros sectores y países porque "el hambre (de palabras)", que se da en todas las clases sociales, es caldo de cultivo para este tipo de trastorno.

Cuando la mujer "no puede expresarse con palabras", la adicción, en este caso por la comida "pura", "se convierte en un imperativo", especialmente entre "las personalidades con tendencia obsesiva o depresiva, con gran vacío interno, que viven con una insatisfacción permanente", refiere.

En efecto, este comportamiento obsesivo-compulsivo transforma los principales valores y satisfacciones de la vida al acto de comer. Los afectados viven un menú en vez de una vida.

Orígenes

Fue en 1996 que Steven Bratman, un reconocido médico estadounidense especialista en medicina alternativa, quien durante años defendió la teoría de una dieta estricta para alcanzar un estado de salud pleno, acuñó el término.

Posteriormente, tras sufrir los estragos en carne propia, Bratman publicó un libro sobre el tema, Health Food Junkies (Los yonquis de la comida sana), en el que relata su experiencia, y ha registrado su hallazgo en Internet (www.orthorexia.com).

El vocablo ortorexia, de acuerdo con su definición, proviene del griego "ortho" (justo, recto) y "orexia", (apetencia), es decir, apetito justo o correcto.

Mientras que en el caso de trastornos alimenticios como la anorexia y la bulimia, el problema gira en torno a la cantidad de comida, en la ortorexia, la calidad es lo importante; pero la aversión a alimentos "impuros", también puede romper el equilibrio de una dieta sana, alerta Pérez Casillas.

"Ante la negación de no comer sin estar seguro que los alimentos que se van consumir son totalmente orgánicos, se podría hablar de una desnutrición o deficiencia de ciertos nutrimentos indispensables para el funcionamiento del organismo", agrega.

Inda Icaza abunda: la víctima de ortorexia puede "terminar con una carencia de todos los nutrientes porque, por ejemplo, no come verduras por temor a que le hayan puesto insecticidas".

En los últimos 10 años, el trastorno preocupa casi exclusivamente al vecino país, donde las divas exhiben, con ese estudiado chic desenfadado hollywoodense, el resultado de sus dietas y exquisiteces gastronómicas, con la misma altanería con la que Howard Hugues se lavaba sus manos después de tocar, incluso rozar, a alguien, que podría estar "contaminado".

Mejor la ortorexia que la obesidad, dicen algunos, aunque ambas son gérmenes del mismo virus; una, de mínimas porciones, y la otra, de calidad in extremis.

Al menos las mujeres ortoréxicas, diría el irreverente cineasta estadounidense Michael Moore, tienen "recato" alimenticio, aunque él mismo, un agudo crítico tanto del colesterol y las papas fritas como del sistema de su país, sea "desenfadadamente" obeso.

La preocupación por el trastorno ha llegado también a la Comunidad Europea, específicamente a España.

Alfonso Calañas, un reconocido endocrinólogo, por ejemplo, aseguró a una publicación ibérica, que "la obsesión patológica por la comida biológicamente pura ha llevado a casi el 1% de la población española a tener un menú en vez de una vida; esto es, a padecer ortorexia".

Dicho todo ello, la experta en nutrición Inda Icaza hace un alto ahí. Aguas, advierte, con "satanizar la publicidad sobre la comida sana".

La ortorexia no es un trastorno reconocido como enfermedad y se limita a las personalidades con tendencias obsesivas-compulsivas. "Lo más recomendable es que esas personas acudan a un psicólogo", sentencia.

La nutrióloga Pérez Casillas coincide con Inda Icaza, pero, cautelosa, cierra el tema con una afirmación contundente: si bien es cierto que en México la preocupación por una alimentación sana se ha generalizado, aún "no tenemos el perfil de consumo" de países del Primer Mundo como Estados Unidos o la Comunidad Europea.

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